El empresario del teatro de revista le dice a su coreógrafo: “Se están quejando algunas de las muchachas. Dicen que a las de mejor cuerpo y más lozanas las pones en la primera fila, y a las otras las colocas siempre atrás. ¿Por qué haces eso?”. Responde el tipo: “Es que antes de ser coreógrafo vendía jitomates”... Aquel señor fue a una tlapalería. “Hay un ratón en mi casa” -dice al encargado. “Tengo lo que usted necesita -le ofrece el dueño mostrándole un aerosol-. Simplemente rocíele este líquido alrededor del agujero”. Replica el señor: “Si me pudiera acercar tanto, ya mejor pisaría al ratón”... Comentaba en el bar un individuo: “Tengo una esposa que cocina estupendamente; una esposa que hace el amor como una cortesana; una esposa que gana buen dinero trabajando... Ojalá nunca se conozcan las tres”... Le pregunta una vedette a otra: “La primera vez que lo hiciste ¿fue por amor o fue por dinero?”. Se queda pensando la otra y luego responde: “Cinco pesos no era mucho dinero. Supongo que más bien fue por amor”... Mal anduvo la señora Zavaleta al abandonar el sitio que por ley le correspondía como encargada de recibir el informe presidencial, y mal anduvo también el presidente Calderón cuando pareció desafiar una vez más al Congreso al decir aquello de: “... y quedo a la espera y a las órdenes de lo que este Honorable Congreso determine para tener un diálogo público y directo sobre el estado que guarda la nación”. En primer lugar, un Poder de la Unión no puede quedar “a las órdenes” de otro, pues los tres son libres e independientes entre sí, y ninguno de ellos, ni por fórmula de cortesía, puede someterse a los dictados de otro. En segundo término, bien sabe Calderón que sus pugnaces y empecinados negadores no aceptarán el dicho diálogo, pues admitirlo implicaría reconocer la calidad de presidente que le niegan. Seguiremos, pues, contemplando el estéril pleito entre el Congreso y el Ejecutivo, y seguiremos también por tanto esperando el trabajo legislativo y de administración que con tanta urgencia necesita México. Si algo bueno se puede decir acerca de aquella ceremonia tan poco ceremoniosa, la de entrega del informe, es que al menos no hubo escándalos ni arrempujones; pero ciertamente la nación está recibiendo más daños que beneficios de esta clase política tan poco política... En el cementerio del pueblo se llevaba a cabo el funeral de una señora. Empédocles Etílez, el borrachito del lugar, pasó por ahí y se acercó a curiosear. Quien hacía el elogio fúnebre dijo en ese momento refiriéndose a la dama: “Era de seda por fuera y de acero por dentro”. “¡Ah jijo! -se sorprende el temulento-. ¡Están enterrando un paraguas!”... Se casó un leñador llamado Nemoroso con una joven cándida y sencilla, y llevola a vivir con él en la montaña. Ella lo veía hacer su trabajo cotidiano, que consistía en cortar grandes árboles del bosque a fin de aprovechar su leña. El joven y membrudo leñador acompañaba cada golpe de su hacha con un potente grito: “¡Jaaazzz!”. Daba el hachazo y exclamaba: “¡Jaaazzz!”. Un día la muchacha le pregunta llena de curiosidad: “¿Por qué cada vez que das un hachazo gritas: ‘¡Jaaazzz!’?”. Responde el leñador: “Para acometer con mayor fuerza y más penetración”. Esa noche el leñador y su mujer se entregaron al rito eterno del amor. A la mitad del connubio la joven esposa interrumpió de pronto los naturales acezos que acompañan al evento y pidió con agitada voz a su marido: “¡Grita ‘Jaaazzz’, Nemoroso! ¡Grita ‘Jaaaaz’!”... (No le entendí)... FIN.