Un sujeto perdió el brazo derecho en un accidente. "Le puedo trasplantar otro -dice el médico-. Desgraciadamente tenemos ahora puros brazos izquierdos. Brazos derechos nada más hay uno, pero es de mujer". "-Póngame ése, doctor" -suplica el hombre-. Pasó el tiempo, y el doctor encontró en la calle a su paciente. "¿Cómo le ha ido con el brazo?" -le pregunta-. "Muy bien, doctor -responde el tipo-. Funciona a la perfección. El único problema es cuando voy a desaguar. Tengo que usar la mano izquierda". "¿Por qué?" -se extraña el médico-. Explica el individuo: "Si uso la mano derecha luego no me suelta"... Llegó una señora al Cielo y pidió que la llevaran al lado de su esposo, que seguramente también estaba ahí. "¿Cómo se llama tu marido?" -le pregunta San Pedro. "Se llama John" -responde la mujer. "Hay muchos con ese nombre en el Cielo -le indica el portero celestial-. ¿Cuál es su apellido?". "Smith -contesta la señora-. "Estamos llenos de Smiths -vuelve a decir San Pedro-. Tendrás que darme alguna seña particular que nos ayude a identificarlo". Recuerda la mujer: "Una vez me dijo que se daría una vuelta en el más allá cada vez que yo lo engañara con otro hombre". "Ya sé quién es" -dice San Pedro. Llama a un ángel y le dice: "Ve y dile al Trompo Smith que aquí lo buscan"... La democracia no es jocoque. Esta frase, cuyo sabor vernáculo impedirá quizá que se le inscriba en bronce eterno o mármol duradero, entraña una verdad palmaria: la democracia, a diferencia del jocoque, no se hace de la noche a la mañana. Es ejercicio que debe aprenderse. Aun los griegos, sus inventores y primeros practicantes, tardaron luengos años en aprender el ejercicio democrático, y con frecuencia lo vieron interrumpido por causas externas e interiores. A los mexicanos la democracia nos ha sido ajena casi a todo lo largo de nuestra larga historia. De una dominación hemos pasado a otra; hemos vivido bajo dictaduras ya francas y paladinas, ya encubiertas. Ahora que por ventura hemos llegado a la democracia, muchos la consideran desventura. Hablan con nostalgia no encubierta de los pasados tiempos, los de la prolongada hegemonía priista, y recuerdan el orden y la disciplina que entonces señoreaban. Pero esa disciplina y ese orden eran fruto de un pernicioso monopolio del poder que suprimía al ciudadano y depositaba todo el poder de la Nación en manos de un solo hombre y del grupo que lo rodeaba. Aun con los problemas que ahora vemos estamos mejor que antes. Que no nos asusten, pues, los escándalos que vemos: pagamos el noviciado de la democracia. Si no nos apartamos de ella, día llegará en que los mexicanos alcancemos la estatura de ese valioso bien... El novio le pide a la muchacha: "¿Te quieres casar conmigo, Susiflor?". Ella suspira y exclama con tono ensoñador: "¡Tener un marido! ¡Vivir con él toda la vida! ¡Ser madre! ¡Cuidar de mis hijos día y noche! ¡Hacer de comer todos los días! ¡Ver que todo en la casa esté siempre en orden!". La muchacha hace una pausa y luego le responde a su galán: "No"... En la noche de bodas, y pese a todos sus esfuerzos, el recién casado no lograba ponerse en el estado de ánimo necesario para expresar amor a su flamante mujercita. "¿Qué te sucede?" -le pregunta ella preocupada. "Tengo miedo" -responde él. "¿Miedo? -se sorprende la novia-. ¿De qué?". "Te lo voy a decir -responde él con temblorosa voz-. Esta mañana puse la llave en la cerradura del coche. Se quedó atorada y no la pude sacar. Quise afilar un lápiz en la maquinilla. Se quedó atorado y no lo pude sacar. Intenté destapar una llave con un desarmador. Se quedó atorado y no lo pude sacar. La verdad, tengo miedo"... (No le entendí)... FIN
