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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El marido le informa a su mujer: "Medusia: ya saqué el seguro de vida que tanto insististe en que tomara”. "Muy bien -responde ella-. Ahora sí, Sufricio: si quieres ya no manejes con cuidado en la carretera”... El viajero le pregunta al isleño de los mares del Sur: "Y usted ¿es nativo puro?”. "No, señor -responde el individuo-. Aquí todos somos 50 por ciento nativo y 50 por ciento misionero”... Aquel hippie llevaba un letrero: "Haz el amor, no la guerra”. "Yo hago las dos cosas, joven -le dice un señor que iba pasando-. Soy casado”... Don Poseidón, severo genitor, se dirige ceñudo al pretendiente de su hija: "¿De modo que quiere usted la mano de Rosilí?”. "No, señor -responde con determinación el galancete-. No me conformo con tan poco”... Le pregunta el doctor a la enfermera: "¿Cómo va el paciente del cuarto 16? ¿Hace algunos progresos?”. "Ninguno, doctor -responde ella-. No es mi tipo”... La instructora del gimnasio le indica a Pirulina: "A ver: junta las piernas”. "Quién sabe si pueda -vacila ella-. No están acostumbradas a estar juntas”... Mis cuatro lectores saben bien que profeso la sana religión del optimismo. Cuando Darío escribió su sonora "Salutación del optimista" estaba saludando a quienes vemos la vida con la confianza, serenidad y fe de aquellos que se saben hijos del Amor, y protegidos por él en misteriosos modos. Por eso creo en la certidumbre de una teoría según la cual nuestro planeta es un organismo vivo -se le llama "Gea"- dueño de un colosal instinto de conservación que le permitirá sobrevivir a los ataques de ese nocivo virus llamado hombre. Allá a mediados del pasado siglo surgió el temor de que la Tierra fuese destruida por la amenaza atómica. Ni siquiera tuvimos necesidad de esas terribles armas para poner a nuestra casa común en peligro de extinción: con una lata de aerosol logramos eso. El excesivo calentamiento del planeta está llevando a su destrucción, y Gea protesta ya: los ciclones que se suceden hoy por hoy, cada vez más frecuentes y cada día más devastadores, son la manera que tiene la naturaleza de decir: "¡No inguen!". Recordemos una vez más aquella aleccionadora frase: "Dios perdona siempre. Los hombres algunas veces. La naturaleza nunca". El mal que le hacemos a la naturaleza nos lo devuelve ella, y multiplicado. No quiero alarmar a nadie -lejos de mí tan temeraria idea-, pero quizás esos meteoros son un mecanismo de defensa de que se vale la Tierra para luchar contra ese virus -nosotros- que atenta contra su salud. Quizás mañana habrá un nuevo diluvio universal, y limpia ya, como recién lavada, la Tierra comenzará otra vez su historia, libre ya de la plaga que lo amenazó. Lo malo es que yo mañana tengo un compromiso... Don Frustracio llegó a su casa por la noche, y después de comer algo del refrigerador subió a su alcoba. Ahí estaba su señora, en la cama. Tenía una bolsa de hielo en la cabeza; el frasco de aspirinas en el buró; el vaporizador funcionando; una taza de té caliente y un montón de medicinas al alcance de la mano. Una doliente expresión de enferma le llenaba la cara. "Mira, Frigidia -le dice el señor-. Te hubieras ahorrado tanto teatro. Esta noche no tengo ganas".... Pirulina vivía en la gran ciudad, y su madre en un pueblo pequeñito. Cierto día la señora visitó a su hija. La encontró en departamento de lujo, con coche del año, muebles carísimos, estola de mink, abrigo de visón y joyas de alto precio. Le dice, suspicaz: "No me digas que todo esto lo hiciste de la noche a la mañana". "No, mami -contesta Pirulina-. Lo hice de muchas noches a muchas mañanas"... FIN.

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