El cínico individuo le dice a su novia: "Yo soy vendedor, y a mis clientes siempre les doy muestras de mi producto antes de cerrar la operación. Ahora que nos vamos a casar quiero que tú me des una muestra a mí". "Mira, le dice la muchacha fríamente-. Muestras no te voy a dar. Referencias, todas las que quieras"... Una turista iba por el camino cuando vio a una pareja de inditos que regresaban a su pueblo. Se indignó mucho la mujer, pues el indio iba montado en el burro mientras su esposa caminaba penosamente atrás de él con un gran fardo de leña en las espaldas. "Oye -le dice la turista a la indita-. ¿No crees que es injusto que vayas así, a pie y cargada, mientras tu marido va en el burro?”. "No sé si será injusto -responde la indita con una sonrisa-. Pero ora en la noche va a estar muy descansado”... "Señor -le dice tímidamente el empleado a don Algón, su jefe-. Mi señora opina que merezco un aumento de sueldo”. "Muy bien, Mequínez -responde señorón-. Déjeme preguntarle a la mía, a ver qué opina ella”... Iban a ejecutar a tres reos. Les dan a escoger entre la cámara de gases, la silla eléctrica y la horca. El primero escoge la cámara de gases, y muere estoicamente. El segundo escoge la silla eléctrica. Pero en el momento de la ejecución la corriente falla, y el hombre recibe sólo un fuerte quemón en salva sea la parte. "La sentencia está cumplida -decreta el juez-. El reo se ha salvado”. Llevan al tipo de regreso a su celda, y en el camino se topa con el tercer condenado, Babalucas, que iba ya rumbo a su ejecución. Queriendo ayudarlo, el hombre le musita al pasar: "La silla eléctrica no funciona”. Llega Babalucas al sitio de las ejecuciones, y le pregunta el juez: "¿Qué muerte escoges, desdichado? ¿La cámara de gases, la silla eléctrica o la horca?”. "Bueno -responde él-. La cámara de gases ya se usó. El que vino antes que yo me acaba de decir que la silla eléctrica está descompuesta. Así que no me queda más que la horca”... La señorita solterona tenía un gato. Todas las noches Minino, que así se llamaba el animalito, se iba a correr aventuras de amor en la azotea. La señorita, temerosa de que algo le pasara, lo hizo castrar. Días después otro gato le preguntó a Minino: "Supe que te castraron. ¿Ya no vas a las azoteas como antes?”. "Sí voy -respondió Minino tristemente-. Sólo que ahora voy de asesor”... En la habitación del hotel donde pasarían la noche de bodas, ya en el lecho, le dice la recién casada a su flamante maridito: "¡Caray, Libidio, no puedo creer que ya estemos casados!”. No responde nada él. Vuelve a decir la muchacha: "Hasta me da miedo de que todo esto sea sólo un sueño”. Silencio por parte del esposo. "De veras -insiste ella-. No me puedo convencer de que ya seas mi marido y yo tu mujer”. Dice él por fin: "Ahorita te convenzo, Susiflor. Deja nada más que pueda desabrocharme esta maldita cinta del zapato”... El maduro ejecutivo llamó a la agencia de colocaciones y pidió que le mandaran una secretaria. "Disculpe -le dice el encargado-. Nuestros registros indican que le enviamos una la semana pasada. ¿No lo está haciendo bien esa muchacha?”. "Lo está haciendo extraordinariamente bien -responde el ejecutivo con una gran sonrisa-. Pero me sigue haciendo falta una secretaria”... FIN.