Tuve la gran fortuna de nacer en un hogar donde los libros formaban parte del menaje de la casa. Mis padres eran lectores ávidos, tanto que no puedo explicarme cómo fue que tuvieron cuatro hijos. Nuestra familia era modesta, pero tenía yo amiguitos ricos que me invitaban a sus casas. Yo las veía como mansiones palaciegas, y sin embargo salía de ellas compadeciendo a sus moradores. "Han de ser pobres -pensaba-. No tienen libros". Desde entonces acá he leído muchos libros. No tantos, claro, como don Ramón Menéndez Pidal, de quien se dijo que había leído 60 mil, y cuyas últimas palabras fueron: "¡Lástima! ¡Cuando me quedaban tantos libros por leer!". Pero he leído muchos, y muy buenos. Uno de los mejores lo escribió una hermosa dama de Morelia; doña Cristina Macouzet de Bernal. Fue ella la amada compañera de Miguel Bernal Jiménez, gloria de la música de México. Siempre que viajo a aquella señorial ciudad voy en peregrinación al Conservatorio de las Rosas, donde aún vive y late el espíritu del maestro. El libro de doña Cristina tiene un nombre muy lindo: "Media vuelta al corazón". En él narra la autora su vida con aquel genio lleno de bondad que fue Bernal Jiménez, y la historia del amor que los unió. Pues bien: doña Cristina -a quien nunca he tenido el privilegio de conocer personalmente- me envió una carta que a la letra dice: "Querido amigo: Hoy domingo, estando en casa apapachando mis achaques de años, llegó mi hija con un regalo: un libro. "Para que pases un buen tiempo", me dijo. ¡Qué agradable sorpresa! El autor, Armando Fuentes Aguirre, ‘Catón’. El título, sugestivo: ‘De abuelitas, abuelitos, y otros ángeles benditos’. En cuanto quedé a solas comencé la lectura. Me convertí en una chica golosa que, paladeando un postre, no puede ni quiere parar. Igual me reía que lloraba... Le confieso que a media lectura tuve que detenerme como para tomar aire, porque se fue llenando todo mi ser de una emoción explicable, pues soy abuela de 34 nietos, y comprendo y vivo lo que usted plasmó en el papel así, tan sencilla, tan limpia y maravillosamente. Ahora, amigo mío, le diré que yo tengo una experiencia que usted no tiene: los bisnietos. Los míos son 39. Cuando hay reuniones familiares (Navidad, Pascua o cumpleaños de la bisabuela) se convierte aquello en una alegre pajarera, y mi corazón se hace líquido de pura felicidad. Entonces agradezco humildemente a Dios haberme dado tal regalo, y dárselo Él mismo creando seres para poblar su Cielo. Y me he vuelto la pedigüeña más fiel y más terca, pidiendo para todos su paraíso. Bueno, don Armando; reciban usted, su esposa y familia todo un cariñoso abrazo de María Cristina...". Doy gracias a Dios -es decir a la vida-, y doy gracias a la vida -es decir a Dios- por el regalo de esa carta, que añado a la buena fortuna con que va corriendo aquel mi libro. En ningún otro de cuantos he escrito estoy tan de cuerpo y alma presentes como en éste. "De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos" entró ya en la lista de los 10 libros más vendidos en Sanborns, benemérita y tradicional casa de México a la que debo en buena parte haberme convertido en autor de éxito, lo cual todavía me tiene sorprendido, patidifuso y turulato. Sé de muchos papás que compran el libro para obsequiarlo a sus papás, y de muchos nietos que lo regalan a sus abuelitos. Gracias a ellos se agotó prontamente la primera edición. Apareció ya la segunda, que lleva también traza de acabarse. ¿Quién iba a decirme a mí, lector de libros, que alguna vez escribiría algunos que mucha gente buena leería -como esa gran señora, doña Cristina Macouzet de Bernal- con los ojos del rostro y los del corazón?... FIN.