Aquel modesto oficinista admiraba a su jefe, hombre de mundo. Le confió un gran problema que tenía. "Mi esposa -le dijo-, ya no parece tener interés en el amor". El rico y experimentado bon vivant le dio un consejo: "Haz lo que yo. Para despertar el erotismo de mi mujer le baño el cuerpo con champaña, luego se lo cubro con caviar, y de ahí bebo y como. Eso la excita hasta el delirio". Días después el ejecutivo le preguntó a su empleado si la libídine de su señora había aumentado. "Sigue igual" -responde con tristeza el otro. Inquiere el jefe: "¿Hiciste lo del caviar y la champaña?". "En cierta forma sí -responde el individuo-. Sólo que, como no tengo para champaña y caviar, le bañé el cuerpo con cerveza y se lo cubrí con cacahuates"... Sor Bette fue toda su vida una monja ejemplar. Así, cuando murió llegó a las puertas del Cielo con la certeza de que sería admitida en la morada de la eterna bienaventuranza. "Un momento -la detuvo San Pedro, el portero celestial-. Te portaste muy bien en vida, ciertamente, pero eso fue porque no conociste la maldad. Necesito saber si puedes resistir las tentaciones. Vuelve a la Tierra; fúmate un cigarro, y luego llámame por teléfono y dime qué te pareció". En efecto, volvió Sor Bette al mundo, y un día después llamó por teléfono al apóstol. "Ya me fumé el cigarro, San Pedro -le contó-. ¡Qué cosa tan horrible! Sentí mareos, náuseas y un mal sabor de boca inaguantable. ¡Jamás vuelvo a fumar un cigarrillo!". "Muy bien -le dice el de las llaves-. Ahora tómate una copa; luego llámame por teléfono y dime qué te pareció". Un día después el portero recibió la llamada de Sor Bette. "Ya me tomé la copa, San Pedro -le dice la monjita-. ¡Qué cosa tan horrible! Sentí que todo me daba vueltas, y estuve a punto de caer. ¡Jamás vuelvo a beber una copa!". "Muy bien -replica el guardián de las celestes puertas-. Ahora trata a un hombre; conócelo en el sentido en que la Biblia usa el verbo ‘conocer’, y luego llámame por teléfono y dime qué te pareció". Dos semanas después San Pedro encontró un mensaje de Sor Bette en su contestadora: "Perdóname que no te haya llamado antes, Pete. He estado muy ocupada"... Entra un sujeto a la cantina. Le dice el cantinero con admiración: "¡Qué preciosa camisa!". Responde el tipo, displicente: "Giorgio Platt". Entra enseguida otro tipo luciendo un fabuloso pantalón. "¡Qué pantalón fantástico!" -lo felicita el cantinero. "Giorgio Platt" -dice el sujeto con indiferencia. Luego llega un tercer individuo. Calzaba con elegancia extrema. "¡Qué extraordinario par de zapatos!" -exclama el de la taberna. "Giorgio Platt" -replica el hombre con naturalidad. En eso entra en la taberna un hombre totalmente desnudo. "¡Oiga! -le grita el cantinero-. ¡Aquí no se puede entrar así! ¿Quién es usted?". Responde el encuerado: "Giorgio Platt"... Aquella señora iba por la calle con un perro de extraña catadura. Le pregunta un señor: "¿Qué raza es?". Contesta la señora: "Es cruza de perro doberman con perrita chihuahueña". "Señora -le indica el hombre-. Eso no fue cruza: fue violación"... Domingo en la mañana. El golfista les anunció en el club a sus amigos: "Hoy jugaré solamente nueve hoyos. Mi esposa empieza a molestarse por el mucho tiempo que dedico los fines de semana a jugar golf". En efecto, después de hacer el noveno hoyo el tipo se despidió y se fue. Poco después, sin embargo estaba de regreso. "¿Qué sucedió? -pregunta un compañero-. ¿Por qué te devolviste?". Relata el golfista: "Cuando llegué a la casa mi señora estaba con el vecino en la recámara abrazándose y besándose. Pensé: ‘Qué chingaos; apenas están empezando. Tengo tiempo de jugar los otros nueve hoyos’"... FIN.