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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

¡Qué forma de empezar la semana! ¡Con un chascarrillo de color subido que haría ruborizar hasta a una diputada! He aquí esa vitanda narración... Llegó una pareja de novios a un pequeño pueblo, y el muchacho le pidió al cura del lugar que los casara. "Es tarde ya -les dijo el sacerdote-. Tendrán que esperar hasta mañana". "Pero, padre -adujo el anheloso galán-. Venimos de muy lejos; no tenemos dónde pasar la noche". "Dormirán en mi cuarto -ofreció el párroco-. Los tres nos acostaremos en mi cama, y yo me pondré en medio para que no vayan a caer ustedes en una tentación". Así lo hicieron. Al día siguiente le dice muy orgulloso el novio al párroco: "No caí en la tentación, padre. Y eso que mi novia me estuvo agarrando cierta parte". Le aclara el sacerdote: "Fui yo quien te estuvo agarrado de ahí toda la noche, hijo. Quise tener la seguridad de que no caerías en la tentación"... Ahora permítanme mis cuatro lectores presentarme. Soy Cándido. O sea, soy cándido. Quiero decir que soy como el personaje de la novela de ese nombre: ingenuo, candoroso, crédulo, confiado, engañadizo, bobo, sencillo, simple, bonachón. Si Voltaire viviese hoy -Dios guarde la hora: ese hombre era demasiado volteriano- habría hallado en mí tema abundante para escribir una segunda parte de su satírica obra. Tan inocente soy que creo en la bondad del hombre. Es más: ni siquiera creo en la existencia del mal. Eso que llamamos mal es sólo ausencia de bien, que llegará algún día. La existencia de un espíritu del mal me resulta inadmisible, porque eso rompería lo absoluto y la unidad de Dios, espíritu de bien al que todo lo creado se encamina. Ignoro, desde luego, muchas cosas. Por ejemplo, cuál es la capital de Dakota del Sur. Pero algo en mi interior me dice que el hombre tiene la vocación del bien, y que padece cuando se aleja de él. También presiento que alguna vez todos nos hallaremos en esa perfecta y absoluta unidad, la del Amor. Mientras tanto hemos de resignarnos a comer, ir al futbol y ver telenovelas. Ahora bien: ¿a qué esta inane perorata? Me sirve de prolegómeno para expresar mi complacencia por los indicios que muestran que los perredistas parecen haber hallado al fin el camino de la civilización. Pese a todo, su comportamiento en el Zócalo de la Capital la noche del 15 de septiembre merece por lo menos un 6 de calificación, y si me apuran, hasta un 7. Gritaron dos veces, sí, una a través de doña Rosario y la otra por voz de Ebrard -que empieza ya a tomar distancia de AMLO-, pero no se robaron, como la vez pasada, una tradición que nos pertenece a todos los mexicanos por igual. Buena señal es ésa. En el diálogo, la concertación y el respeto a las ideas de los demás es donde puede fincarse el bien de este país; no en la cerrazón, la intolerancia, y la enconada descalificación del adversario... Le dice un amigo a Babalucas: "Leí en un libro que los hombres usamos solamente una tercera parte de nuestro cerebro". "¿Ah sí? -se interesa el badulaque-. Y ¿qué hacemos con la otra tercera parte?"... Un golfista le comenta a otro: "El nuevo profesional del club es una plaga. El otro día me corrigió mi modo de pararme". "¿Por qué dices que es una plaga? -replica el otro-. Sólo estaba tratando de mejorar tu juego". Aclara el primero: "Cuando me corrigió mi modo de pararme yo no estaba jugando. Estaba en el baño haciendo del uno"... Aquel sujeto fue a la farmacia a comprar un preservativo. Le dice el farmacéutico: "Acabamos de recibir un nuevo modelo. Es supersensible.". "¿Por qué supersensible?" -pregunta el individuo. Responde el de la farmacia: "Al terminar la acción usted se vuelve de espaldas y se duerme. El condón se encarga de platicarle a ella"... FIN

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