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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando camorra

De vez en cuando -muy de vez en cuando- esta columna otorga una simbólica presea a algún anuncio publicitario cuya calidad, ingenio creativo y originalidad lo apartan de la adocenada medianía que caracteriza a la propaganda comercial. Ese premio es interesante por su desinterés: el que lo da -su atento y seguro servidor- es ajeno por completo al ámbito de la publicidad; no sabe quién hizo el tal anuncio ni conoce a los que elaboran el producto o prestan el servicio a que el anuncio premiado se refiere. ¿A quién se otorga en esta ocasión esa presea? Lo diré luego de contar algunos chascarrillos que sirvan para disipar la tensión en que han de estar ahora todas las agencias de publicidad en el país, y la ansiedad de los publicistas por conocer al ganador... Don Poseidón, granjero acomodado, fue a saludar al padre Arsilio. Tardó el párroco en bajar de su habitación, y ofreció disculpas por eso. “Perdone usted, señor don Poseidón -dijo a su visitante-. Es que toda la noche estuve con una ciática tremenda”. “Lo entiendo, señor cura -replicó don Poseidón bajando la voz a un tono de complicidad-. Esas orientales agotan a cualquiera”. (NOTA: El padre Arsilio dijo: “Estuve con una ciática tremenda”; no: “Estuve con una asiática tremenda”)... Casó cierta mujer y tuvo 12 hijos antes de que muriera su marido. Volvió a contraer matrimonio y fue madre 14 veces antes de que el segundo esposo falleciera. Casó por vez tercera; procreó 16 hijos y luego se murió. Antes de exhalar el último suspiro la señora pidió que la sepultaran al lado de su madre. Concluido el sepelio uno de los dolientes exclamó: “¡Al fin juntas!”. Pregunta otro: “¿Ella y su madre?”. “No -aclara el primero-. Sus piernas”... Cuatro amigos estaban jugando poker. De pronto uno de ellos cayó muerto, víctima de un ataque cardíaco. Terminaron los otros tres el juego, y uno propuso echar suertes para determinar quién le daría la noticia a la viuda. “No es necesario eso -dijo otro-. Yo le diré lo que pasó”. “Hazlo con mucho tacto” -le recomendaron los demás. “Soy el hombre de más tacto en el mundo” -se jactó el que se había ofrecido. Tomó el teléfono y llamó a la mujer del finado. Le dijo: “Tu marido acaba de perder 100 mil pesos en el poker”. Se escucha la voz airada de la esposa: “¡Dile que se muera!”. Responde el tipo: “Ya lo hizo”... Le pregunta el niñito a su mamá: “Mami: ¿qué es sexo?”. La señora pensó que había llegado ya el momento de explicarle a su hijo las cosas de la vida, y procedió a darle una completa descripción de la función reproductiva. Al final le preguntó: “¿Entendiste?”. “Sí -dice el pequeño-. Pero ¿cómo va a caber todo eso en la rayita de mi credencial?”... El Premio al Mejor Anuncio Publicitario de la temporada lo otorga esta columna a la casa Bacardí por su anuncio: “Qué rico es tomarse el tiempo”. Esa frase, dicha en relación con una bebida añejada, no sólo es un afortunado juego de palabras: es también una mínima metáfora que alude al tiempo que se toma el bebedor para gozar un instante deleitoso -aquel “Carpe diem” de los latinos-, y al tiempo que lo bebido tiene de añejado. Yo siento por la marca Bacardí un especial efecto. Evoco la figura de mi padre, en el comedor familiar, bebiendo a pequeños sorbos su cotidiana cuba de Bacardí al tiempo que escuchaba en el radio el noticiero de la W, y pienso que también él sabía tomarse el tiempo para tomarse el tiempo. Ese recuerdo, sin embargo, y ese afecto por una empresa de tanta tradición que tantas cosas buenas nos ha dado a lo largo de los años, no han influido en el ánimo de esta columna al premiar un anuncio que por su excelencia merecía ser premiado. Fanfarrias, pues, y aplausos... FIN.

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