Un señor está junto al lecho de muerte de su esposa que agoniza. "-Te juro querida, que no me volveré a casar. Te guardaré en la muerte la misma fidelidad que en vida" -decía acongojado-. "-No sólo quiero que te cases, -dice la señora-, sino que le pases toda mi ropa a tu nueva mujer". "-Imposible, querida -dice el marido-. Tú eres 44 extra y ella es 30, siete americano". (El menso hasta del otro lado le traía la ropa)... La famosa bailarina de burles que necesitaba una vacuna para poder salir de su país. "-Quiero que me ponga la vacuna donde la marca no se vaya a ver cuando estoy actuando", -pide al doctor-. "-Ya la he visto actuar -dice el médico-. Y le voy a dar la vacuna oral".... En el remoto campamento el ingeniero recién llegado es atendido por un compañero. "-La va a pasar usted bien, ingeniero -le dice éste-. La noche de los viernes mandamos traer un camión de cerveza y nos emborrachamos". "-No bebo" -dice el ingeniero-."-Bueno -sigue el otro-, la noche de los sábados traemos un camión lleno de muchachas". "-No acostumbro divertirme con mujeres" -dice otra vez el ingeniero-. "-No me diga que es usted uno de esos tipos de costumbres raras -pregunta el otro-. "-¡Claro que no!" -se indigna el ingeniero". "-Ah caray -dice muy preocupado el otro-. Entonces tampoco se va a divertir la noche del domingo"... Está de moda entre algunos profesores de Teoría del Estado defender a MAQUIAVELO, autor de "El Príncipe”. Dicen de él que después de todo no era tan maquiavélico. La defensa, sin embargo, es imposible. No se equivocaron los ingleses cuando llamaron "Old Nick” al demonio después de leer al florentino. Grave mal hizo MAQUIAVELO con su librito, tan pequeño y tan nocivo al mismo tiempo. De él deriva una de las tesis que más daño han hecho en la época moderna: la doctrina según la cual el príncipe -es decir, el primero, el que manda- está exento de cumplir las leyes, sujeto como está a un código especial que tiene como único postulado conseguir el poder y mantenerlo. En esos términos actúa el típico político: está convencido de que eso de no mentir, no robar, no engañar, es aplicable a los mortales comunes y corrientes. pero no a él. Tal es la herencia que Maquiavelo nos dejó. En nuestro país está vivo el legado del zorro florentino. Aquí muchos gobernantes se sienten por encima de los gobernados, y se sienten también al margen de la ley. Por "razón de Estado”, es decir, por política, por defensa del poder (de su poder) incurren muchos en acciones punibles que en circunstancias de estricta legalidad los llevarían a la cárcel. Viviremos en un país mejor cuando las leyes obliguen por igual a quienes gobiernan que a los gobernados. Ahora, debemos decirlo con tristeza, eso no sucede... Al empezar la noche de bodas le pregunta Pedancio, joven muy leído, a su novia Eglogia, joven labradora de buen parecer: "-Dime, esposa mía: antes de esta noche ¿has tenido alguna vez ayuntamiento carnal?". "-No, nunca" -responde la muchacha. Al terminar el trance del connubio pregunta ella a su vez: "-¿Cómo se llama esto que acabamos de hacer?". Sonriendo ante la inocencia de su mujercita responde el joven Pedancio: "-Se llama precisamente ‘ayuntamiento carnal’". "-Ah, -replica la muchacha-. Entonces sí había tenido"... Cierto músico intérprete de fagot, alto instrumento de dimensión considerable, logró al fin que Rosibel aceptara sus solicitaciones amorosas. Cuando ella lo ve in puris naturalis, vale decir, en peletier, le dice con cierto dejo de disgusto: "-¡Mentiroso! ¡Debías tocar flautín!"... (No le entendí)... FIN.