Les cuenta una señora a sus amigas en el club: "-Mi marido tenía problemas para conciliar el sueño, pero tomé un curso de hipnotismo y he podido ayudarlo. Simplemente me dirijo a cada una de las partes de su cuerpo y les voy diciendo: "-Cabeza y cuello: duérmanse... Tórax: duérmete... Brazos: duérmanse.... Cintura: duérmete... Muslos: duérmanse...". "-Te saltaste" -le dice con pícara sonrisa una de las amigas-. "-No, -explica la señora-. Eso ya está dormido desde hace mucho tiempo"... Hay que poner de manifiesto una cosa: el descrédito en que la actividad política ha caído en nuestro país. A la política se le ve como un quehacer para los que no quieren tener quehacer, como un ejercicio de inmoralidad y corrupción. Hay un mal concepto de la política. Esta columna, por ejemplo, lleva por nombre "De política y cosas peores". A la suegra se le llama "madre política". Cuando alguien es hipócrita y falso se dice de él que es "muy político". Si en un lugar de trabajo hay intrigas, decimos que hay ahí "mucha política". "Me hicieron política", suele decir alguien que fue víctima de calumnias o falsedades. Y sin embargo la política es noble actividad, entre las más dignas a las que cualquier ser humano puede dedicarse. La política tiende a consagrar el bien común y a hacer llegar a todos los hombres, mediante el recto ejercicio del poder, los beneficios de la vida comunitaria. Lo que sucede es que muchos hacen de la política un ejercicio de corrupción, de medro personal, de puro egoísmo, y así degradan esa actividad y la pervierten. Afortunada es una nación que tiene buenos médicos, buenos abogados, buenos ingenieros, maestros buenos. Pero más, mucho más afortunada es una nación que tiene buenos políticos... El tímido muchacho aborda a la sugestiva chica que estaba en el bar. "-¿Puedo hacerle una pregunta, señorita?" -le dice-. "-Cómo no" -replica ella-. "-Si le invito una copa -inquiere el joven-, ¿aceptaría usted?". "-Sí, encantada" -contesta la muchacha-. "-Otra pregunta -dice el chico-. Si la invito a cenar ¿aceptaría también?". "-Claro que sí" -replica ella-. "-Y si luego la invito a bailar -prosigue el tímido galán- ¿aceptaría?". "-También" -replica ella-. "-Y si luego la invito a ir a mi departamento, ¿iría?". "-Con mucho gusto". "-Ahora -dice el joven-, le voy a hacer la pregunta de los 64 mil pesos". Lo interrumpe entonces la muchacha: "-¿Por qué no me haces mejor la pregunta de los 5 mil, que es lo que cobro?"... El conferencista narraba la vida de un famoso militar. "-Durante una de sus campañas -relata- fue herido en los Países Bajos”. Una señora se inclina sobre su compañera y le dice con voz llena de admiración: "-¡Qué sutil! ¡Sabe cómo decir las cosas sin ofender!”... Llevaba el viejito un libro bajo el brazo. Le pregunta su vecino: "-¿Qué está leyendo, don Vetulio?”. "-Es un libro de historia” -responde el anciano-. "-¿De historia? -se sorprende su vecino: "-En la portada dice "Sexo”‘. "-Sí, -responde el viejito-. Pero para mí el sexo ya es historia”... La señorita Himenia y su amiga Celiberia, maduras célibes las dos, estaban con aspecto desolado en el Museo de Arte frente a la estatua de un musculoso atleta que tenía sus atributos varoniles cubiertos por una hoja de parra. Dice Himenia con desolado acento: "-¿Ya ves, amiga? Llega el otoño, y nada"... (Las inocentes esperaban que se cayera la hoja)... FIN.