Susiflor, muchacha ingenua, le pregunta al lavador de coches: "Dígame, señor: ¿por qué le dicen a usted ‘El Pitoloco’? ¿Es acaso porque está muy flaco?”. "No, señorita -responde El Pitoloco-. Me dicen así porque tengo 21 hijos”... Himenia Camafría, madura señorita soltera, estaba tomando el té con el señor cura. Su sobrinito, que también la visitaba esa tarde, llegó corriendo del corral y dijo con gran excitación: "¡Tía Himenia! ¡El gallo pisó a la gallina!”. La señorita Himenia se puso roja hasta la raíz de los cabellos. Le dice a su sobrino: "No vayas a regañar al gallo, Puericito. Seguramente no lo hizo adrede”... El elegante caballero se indignó en el restaurante. "¡Mesero! -grita furibundo-. ¡Hay una mosca en mi taza! ¿Qué significa esto?”. "No lo sé, caballero -contesta el hombre-. Llamaré a la señora que adivina la suerte en el café para que se lo diga”... En una obra de teatro llamada “La corbata” el autor sostenía la tesis de que a final de cuentas la clase media es la que paga el pato de las reformas fiscales que los gobiernos hacen. Como si alguien tirara de una punta de la corbata, y alguien más de la otra punta para estrangular a quien la lleva, así la clase media sufre las consecuencias de estar a la mitad de la escala social. En efecto, los ricos no tienen problema alguno para subsistir, y los pobres reciben ayuda y subsidios del Gobierno. La clase media, en cambio, debe valerse por sí misma y trabajar lo mismo para que el rico siga teniendo sus ventajas como para que el pobre siga recibiendo apoyos. El alza de la gasolina hará seguramente que suba el costo de la vida, e igualmente aumentará la tasa de inflación. Y otra vez las consecuencias las sufrirá sobre todo esa sufrida clase media a la cual quien esto escribe se honra en pertenecer... La secretaria del laboratorio farmacéutico le dice con voz de envidia a la guapa muchacha: "Yo trabajo ocho horas cada día y gano un sueldo miserable. Y tú, que ni siquiera te paras por aquí, vienes en la nómina con un sueldo diez veces mayor. ¿Qué diablos es lo que haces?”. "Te diré -responde con una sonrisa la muchacha-. Soy la probadora oficial de la línea de anticonceptivos”... Celiberia Sinvarón, otra madura señorita soltera, se compró un perico en la tienda de mascotas. Dos días después de comprarlo notó que el pajarraco estaba triste. Fue a la tienda y le compró un pequeño columpio, por ver si eso lo divertía. Pero al día siguiente observó que el loro seguía languideciendo. Fue otra vez a la tienda y le compró una pelotita de madera para que jugara con ella. Pero al día siguiente vio que el cotorro se veía aún más abatido. Fue de nueva cuenta a la tienda y le compró una sonajita para que con ella se animara. El perico, sin embargo, seguía triste. Fue otra vez a la tienda la señorita Celiberia y le trajo al cotorro un espejito: quizá su brillo lo animaría. Cuando vio que su dueña llegaba con el espejito le dijo el loro muy enojado: “Oye: ¿qué en la tienda donde estás comprando todas esas indejadas no venden algo de comida?”... Doña Gorgolota, señora de la alta sociedad, fue a visitar a una amiga que tenía una hacienda. En la estación del tren fue recibida por un criado que la hizo subir en un carrito tirado por un caballo. Doña Gorgolota iba muy incómoda en el ruidoso vehículo, y más porque el cochero maldecía a cada paso por la lentitud del caballo, y lo azotaba con el látigo. Por fin la empingorotada señora ya no se pudo contener. “Oiga -le dice con voz molesta al individuo, que seguía golpeando con el látigo al caballo-. “¿Qué no tiene usted otra manera de hacer que el caballo vaya más aprisa?”. “Claro que la tengo -responde el individuo-. Pero los golpes en los ésos del caballo los dejo para cuando vayamos a ir cuesta arriba”...