Este señor se llama Azurio Gules de Sinople. Blasona de llevar en sus venas sangre azul, y sin embargo no se desprecia de tratar con gente de la vida. Hace dos días, por ejemplo, pasó la tarde en el Motel Kamagua en compañía de cierta dama de las que hacen comercio con su cuerpo. Acabadas que fueron las acciones Azurio se vistió ceremoniosamente y se dispuso sin más a dejar la habitación. Le pregunta la mujer con inquietud: "¿Y el dinero?". Azurio se ofendió al oír eso. "¡Señora mía! -le dice muy digno a la falena-. ¡Soy un caballero! ¡No cobro por esto!"... Babalucas cortejaba sin éxito a una linda chica. Un amigo lo visitó en su departamento y lo halló cocinando champiñones. Le pregunta: "¿Cómo te ha ido con aquella muchacha?". "Estoy haciendo progresos -responde muy contento Babalucas-. Esta noche vendrá a cenar". "¿De veras?" -se alegra el amigo. "Sí -confirma el badulaque-. La busqué hoy en la tarde, y me dijo que me fuera a freír hongos"... ¿Qué dice una chica moderna después de tener sexo? Dice: "Gracias... eh, ¿cómo me dijiste que te llamabas?". Y ¿qué dice una chica más moderna después de tener sexo? Dice: "Gracias, muchachos"... En nada me parezco a los economistas, salvo en que nada sé de economía. De finanzas también lo ignoro todo, e igual soy un profano en materia de tributación. Eso me permite opinar sobre al asunto del alza de la gasolina, y decir que quizás a través de ella el Presidente y los legisladores encontraron el modo de hacer que quienes no pagan impuestos ahora sí los paguen. Ningún político, en efecto, quiere echarse a la uña el trompo del IVA en medicinas y alimentos, otra forma de conseguir que nadie escape a la recaudación fiscal. A través de la gasolina se pretende suplir eso, y llevar mayores fondos a las arcas públicas. Desde luego el alza del energético traerá consigo un aumento general de precios, según ha comenzado a verse ya. Para saber tal cosa ni siquiera se necesita ser economista: se necesita ser simplemente ama de casa. Yo no lo soy, pero con una vivo, y por ella me entero de cosas que no saben los economistas, los financieros ni los expertos en tributación... Aquella joven mujer se embarazó. (Así dicen las señoras: "Me embaracé". ¡Qué modo tan injusto de omitir la ayuda recibida del esposo!). Pasadas unas semanas el ginecólogo le dijo que iba a tener triates, y que serían dos niñas y un niño. Poco antes de dar a luz la señora iba por la calle, y se desató una balacera entre policías y delincuentes. Tres balas perdidas hirieron en el vientre a la infeliz, pero milagrosamente ni ella ni los bebés sufrieron daño grave. Sin embargo los médicos dijeron que no podían operar a la futura madre para extraerle los proyectiles, pues eso ponía en riesgo la vida de las criaturas por nacer. Pocos días después vinieron al mundo con felicidad los triates. Entonces sí los médicos intervinieron a la señora, y para su sorpresa no pudieron hallar los proyectiles. Pasaron 15 años. Cierto día la madre estaba en sus quehaceres cuando llegó una de sus hijas. "Mami -le dice con azoro-. Estaba haciendo pipí, y me salió esta bala". "No te preocupes" -le dice la señora. Y procedió a contarle lo que hacía tres lustros había sucedido. Poco después llegó la otra hija, también llena de sobresalto. "Mami -le cuenta con apuro-. Estaba haciendo pipí, y me salió esta bala". "No te preocupes" -le dice la señora. Y le explicó lo que hacía 15 años había acontecido. Pasó un rato, y el hijo llegó deshecho en lágrimas. "No te preocupes" -empieza a decirle su mamá. "¡Cómo no me voy a preocupar! -prorrumpe en llanto el adolescente-. ¡Estaba haciendo cosas conmigo mismo, y maté al perro!"... FIN.