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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El veterano de la guerra se reunía todas las tardes en el bar con sus amigos para tomarse unas cervezas. Cierto día llegó acompañado por un compañero suyo de la guerra al que le faltaban los dos brazos. Se sientan ambos. "-¿Qué va a tomar?” -pregunta el cantinero al veterano-. "-Lo de siempre, Ganimedes -responde éste-. Una cervecita”. "-¿Y el señor?” -pregunta el cantinero al que le faltaban los brazos-. Antes de que éste pudiera contestar dice el veterano: "-Nada; él no va a tomar nada”. Los amigos se quedan estupefactos, pues estaba claro que el pobre hombre iba a pedir algo cuando el otro se le adelantó. "-Oye -le dice uno en voz baja-. Cómo eres caón. Deja que pida lo que quiera”. "-Está bien, -concede el veterano-. Que pida una cerveza, pero nada más”. Se la traen, y el veterano le ayuda a beberla llevándole a los labios la botella. Poco después piden otra ronda. "-A él no le sirvas” -ordena el veterano al mesero-. Otra vez la discreta protesta de los amigos: "-¿Por qué no lo dejas que tome? Pídele otra cerveza”. A regañadientes el veterano acepta que a su compañero le traigan otra cerveza, y en la misma forma lo ayuda a que se la tome. Viene la tercera ronda. "-A él definitivamente ya no le sirvas” -ordena el veterano-. "-Oye, ¿qué pasa? -le preguntan en voz baja al veterano-. ¿Por qué no quieres que tome? ¿Es alcohólico, o se pone pesado cuando bebe?”. "-Ni una cosa ni la otra -contesta el veterano-. Pero si quieren que siga tomando más cervezas, cuando le den ganas de ir al pipisrúm ustedes lo llevan”... Se quejaba el tipo con un amigo: "-El médico que me operó me dijo que tendría que dejar la carne, el vino y el cigarro. Yo me reí en mi interior cuando me lo dijo, pero supe que tenía razón cuando me presentó el recibo de sus honorarios”... Así como López Velarde hablaba de “las ineptitudes de la inepta cultura”, nosotros deberíamos hablar ahora de “las ineptitudes de la inepta política. Lo digo porque todos los inodados -así hay que decir: inodados- en el asunto del llamado gasolinazo se culpan entre sí de él y de sus posibles, muy posibles, efectos. Esta ambigüedad no favorece nada la buena marcha de la cosa pública. Los protagonistas de la vida nacional deben asumir claramente su responsabilidad, en vez de entonar la manida cantaleta infantil del “Yo no fui, fue Teté”... El fornido labriego ayudó a una turista a cambiar la llanta de su coche. Ella le ofreció pasar un rato con él como premio a su amabilidad. Sin embargo el labriego no hizo nada con ella: salió corriendo del sitio donde iban a tener lugar las acciones. Luego les cuenta desolado a sus amigos: "-Resultó ser mi hija la muchacha”. "-¿Cómo que tu hija?” -se asombran ellos-. "-Sí -les explica el fornido labrador-. Lo bueno es que me reconoció a tiempo. Nomás me vio dijo: ‘-Papacito!”‘... Llega el señor a su casa y encuentra a su mujer en amoroso ayuntamiento con un joven alto, fornido, rubio y de ojos azules. "-¿Qué es esto, Sofisticia?” -inquiere hecho una furia-. "-¡Oye, Filcanio! -responde ella muy ofendida-. Tú trajiste a la casa un cocker spaniel. ¿Por qué no puedo yo traer un gran danés?”... Dice la señora a su marido: "-Oye, Mitiano: ¿recuerdas las truchas que fuiste a pescar hace tres meses?”. "-Sí -responde algo inquieto el tipo-. ¿Por qué?”. Replica la señora: "-Una de ellas te buscó por teléfono para decirte que está embarazada”... FIN-

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