El autor de estos renglones -menguado autor, renglones torcidísimos- tiene la vitanda costumbre de iniciar la semana laboral con un relato de color subido. Execrable uso, a fe mía, pues la narración de ese dudoso cuento inficiona toda la semana. Pero es cosa difícil quitar un hábito a cualquiera. "Consuetudinis magna vis est", dijo en sus "Tusculanas" Cicerón. La fuerza de la costumbre es grande. Dejemos entonces que el tal escribidor suelte las riendas de su sicalipsis, y leamos al final de esta columnejilla esa vituperable narración... La ultraderecha, tan peligrosa o más que la ultraizquierda, es dada a crear secretas organizaciones. Eso ya es malo de por sí, pues lo oculto propicia con frecuencia la comisión de acciones que no se harían a la luz del día, por ilegales o indignas. Lo peor, sin embargo, es que algunos de esos grupos secretos que la derecha fundamental crea y sostiene se amparan bajo el signo de la religión, de tal manera que sus integrantes piensan que actúan en nombre de Dios, y justifican de ese modo sus desvíos de la decencia, la moral, y aun de la ley. Quien busca un ideal de bien no actúa en secreto. Lo dice el Evangelio mismo: la luz no es para ponerse bajo el celemín. Digo todo esto porque de nueva cuenta suena el nombre de esa organización llamada "El Yunque". Bien hacen quienes denuncian la infiltración de ese bando -de esa banda- en Acción Nacional, que por ser un partido democrático no puede admitir que actúe en su interior una facción secreta. Tan reprobable y anacrónica es la oscuridad en que maniobran los extremistas de derecha como esa risible y cursi máscara con que el casi olvidado subcomandante Marcos, izquierdista de mentirijillas, pretende todavía ocultar su ya conocida identidad... Aquel sujeto llevaba dos bebés en los brazos. En la calle abordó a una linda chica y le pidió una cita. "¡Es usted un majadero! -se indigna la muchacha-. ¡Casado y padre de dos hijos, y aun así se atreve a fungir de seductor!". "Ni soy casado ni tengo hijos -replica el individuo-. Trabajo en una fábrica de preservativos, y estos bebés son dos reclamaciones"... Viene ahora el deplorable cuento que arriba se anunció. En los anales de la ordinariez figura esa historieta como una de las más extremas, motivo por el cual las personas con tiquismiquis de moral han de evitar posar en él la vista... La maestra les pregunta a los niños: "¿Qué es un bolígrafo?". Sin esperar permiso para hablar Pepito se adelanta a responder con afectada suficiencia: "El bolígrafo, llamado en otras partes esferógrafo, es un instrumento para escribir que lleva en su interior un tubo de tinta especial y, en la punta, una bolita metálica que gira libremente. Mi papá tiene dos: uno dorado y otro plateado". Algo molesta por la irrupción del precoz niño la profesora vuelve a preguntar: "¿Qué es un automóvil?". Otra vez sin autorización Pepito contesta la pregunta, jactancioso. "Un automóvil -dice- es un vehículo movido por un motor, generalmente de explosión. Mi papá tiene dos: uno blanco y uno negro". La maestra se amohína por el descomedimiento del chiquillo, que no dejaba participar a los demás alumnos. Decidida a ponerlo en apuros pregunta: "¿Qué es un pene?". Otra vez Pepito arrebata la palabra a los demás. "El pene -define- es el órgano que sirve al hombre y a algunos animales para miccionar y copular. Mi papá tiene dos". La maestra se asombra al oír lo último. Piensa que por fin ha pillado a Pepito en una sinrazón. Le dice: "¿Cómo es posible que tu papá tenga dos penes?". "Sí -confirma el tremebundo infante-. Uno para hacer pipí y el otro para mi mamá"... (Asoma la señora y dice: "Praise the Lord!")... FIN.