Este cuento dominical tiene un extraño título: se llama "¡Boing!". Su color es subido, lo cual se advierte a las personas con pruritos de pudibundez a fin de que se abstengan de leerlo. Trata la historietilla de tres muchachos en plenitud de edad. Pidieron ser admitidos en un convento, pues aspiraban a la vida monacal. El abad los sometió a una prueba; les dijo que la estricta regla de la orden hacía énfasis especialísimo en la castidad. Hizo que los tres se despojaran de su ropa y luego les puso en cierta parte una liguita de hule. Hecho eso llevó al primer aspirante a una celda donde se hallaba una mujer desnuda. La vio el joven y ¡boing! su liguita se rompió a causa de la violenta tumefacción que experimentó el muchacho. "Tu vocación no es firme -le dijo el superior-, a diferencia de todo lo demás. Ve a las regaderas a temperar con agua fría tu ignífero calor". Llamó el abad al segundo muchacho y lo condujo a la celda donde la pecatriz se hallaba. Al ver el ebúrneo cuerpo de la fémina el joven se enrigedeció también en tal manera que su liguita se reventó: ¡boing! Le dice el abad: "La blandura que en tu semblante muestras no la tienes en otras partes. Anda a las regaderas y apaga con agua fría el ardor de tu sensualidad". En seguida el prelado hizo venir al tercer joven y lo llevó ante la lúbrica mujer. La miró el joven y ¡oh milagro! permaneció impasible, imperturbable, impávido, impertérrito. Ningún trastorno, ni corporal ni anímico, provocó en él la contemplación de los turgentes encantos de la cortesana. Le dice el abad lleno de admiración: "¡Oh virtuoso mancebo! ¡Has demostrado que posees la clara linfa de la castidad! Advierto, sin embargo, que las aguas lustrales que tienen limpia tu alma no han lavado tu cuerpo. Ve a las regaderas donde los otros dos aspirantes están bañando el suyo". El joven escucha aquello y ¡boing!... La esposa de Babalucas lo oyó gemir en su recámara. Acude, consternada, y le pregunta: "¿Qué te sucede, Baba?". Solloza el lacerado: "¡Fui con el médico, y me quedan seis días de vida!". "¡No puede ser!" -se espanta la señora. "Sí -confirma entre el llanto Babalucas-. Me dijo que tendría que tomar estas pastillas el resto de mi vida, ¡y el frasco trae solamente seis!"... En cierto cementerio pueblerino hay una losa funeraria que dice lo siguiente: "Aquí yace doña Fulana de Tal. Su inconsolable esposo, de oficio marmolero, hizo esta lápida como tributo a la memoria de la desaparecida y como muestra de la calidad de sus trabajos. El costo de una lápida así es de 2 mil pesos, más IVA, precio de contado, y puede ordenarse al teléfono 111-45-907 o en la Marmolería La Especial, calle del Sabino S/N"... Si eres tú uno de mis cuatro lectores queridísimos te recuerdo que hoy a la 1 de la tarde, en la sala C de Cintermex, dentro de la Feria Internacional del Libro, en Monterrey, presentaré en vivo y a todo color mi más reciente libro: "De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos". Ese libro no lo escribí yo: soy yo. Por eso me gustaría mucho que estuvieras tú. ¡Te espero!... Aquel rico individuo fue al súper en su convertible. Lo dejó con la capota abajo, y dejó igualmente varios artículos valiosos: su cámara, su laptop, sus lentes para el sol. Dejó también un recado: "Este automóvil y estos objetos pertenecen a un campeón de karate que volverá dentro de dos minutos". Cuando el tipo regresó ya no encontró sus bienes. Encontró, sí, otro recado que decía: "Los objetos que estaban en este automóvil fueron sustraídos por un campeón de carreras que ya no volverá"... Pepito le dice a su mamá: "Mami, está aquí el señor de la renta. ¿Tienes el dinero o debo salir a jugar un rato?"... FIN.