Recordemos el caso del hombre blanco que llegó al campamento de los pieles rojas. "¿Dónde está el jefe Gran Pitón?” -le pregunta a un guerrero. "Gran jefe estar en la cascada” -contesta el hombre. "¿Y dónde es la cascada?” -inquiere el hombre blanco. Responde el guerrero: "Jefe Gran Pitón cascar en todas partes”... En la oficina había un tipo muy vanidoso, por lo cual todos lo hacían objeto de puyas y burletas. Un día el tonto sujeto se enoja y les dice: "¡Yo no soy el indejo de nadie!". "¿Y qué quieres que hagamos? -le dice una de las muchachas. ¿Que te compremos?"... Los dos terribles luchadores, el Mariposo Monarca y el Potente Rorro (llamado, para abreviar, el P. Rorro), estaban trabados en una feroz lucha cuerpo a cuerpo. Caídos sobre el ring, unidos en estrecho abrazo, los dos se esforzaban en poner a su rival de espaldas a la lona. De pronto el Mariposo afloja la tensión y le dice al P. Rorro: "¿No te han dicho nunca que tienes una piel suave muy acariciable?"... No sólo debe disminuir el número de diputados y senadores que hay: debe también disminuir el monto de los emolumentos, bonos, gratificaciones, viáticos, prestaciones y todo tipo de incontables gajes que a sí mismos se atribuyen. “Mi hijo es diputado” -decía con orgullo una señora. Le contestaba otra: “El mío tampoco trabaja”. No es posible ya que en un país de pobres haya políticos ricos y ociosos. Se ha perdido toda noción de servicio; los llamados “representantes populares” no hacen, en su gran mayoría, sino servirse, y con la cuchara grande. Esa viciosa situación debe desaparecer, pero no desaparecerá mientras los partidos políticos sigan siendo lo que son: empresas lucrativas cuyo costo pesa gravemente sobre la economía nacional. Esos partidos deberían hacer un ejercicio de autocrítica -por no decir un severo examen de conciencia-, y reconocer que el hecho de ser supuestas entidades de interés público no los autoriza a atentar contra el público interés. Y más no digo, porque ya estoy muy encaboronado... El amigo de Babalucas le propuso una adivinanza: "Dime cómo se llama una parte de nuestro cuerpo que tenemos en la parte de atrás. Su nombre es de cuatro letras: empieza con c y acaba con o”. Babalucas, triunfal, da la respuesta consabida. "Te equivocaste -se ríe el amigo-. Es el codo”. Llega Babalucas a su casa. Las amigas de su esposa estaban ahí en la merienda semanal. "A ver, señoras -les pregunta-. ¿Cómo se llama una parte de nuestro cuerpo que tenemos en la parte de atrás? Su nombre tiene cuatro letras; empieza con c y acaba con o”. Se hace un silencio sepulcral. "¡No se asusten, señoras! -exclama alegremente Babalucas-. ¡Es el codo, no el c...!”... Con tono grave le comunica don Astasio a su mujer: "Facilisa: en toda la oficina circula el rumor de que me están saliendo cuernos. ¿A qué crees que se deba eso?”. "No sé, querido -contesta la mujer-. A lo mejor estás tomando mucha leche”... La señora tuvo triates, hermosas niñitas las tres. Al bautizarlas a una la llamó Paz del Refugio, a otra Paz del Consuelo y a la tercera Paz del Rosario. "¿Por qué les pusiste Paz a las tres?” -le pregunta alguien. Explica la señora: "Mi marido y yo estábamos peleados, pero aquella noche hubo luna llena, nos pusimos románticos, y fue entonces cuando hicimos las paces”... El erótico galán le dice muy extrañado a su dulcinea: "¿Pero por qué te enojas, Dulcilí? Ni que fuera tanto lo que te estoy pidiendo. Mídete la partecita que quiero y verás que ni siquiera es la cincuentava parte de tu cuerpo”... Bustolina Grandnalguier, vedette exótica, fue a que la examinara el médico. El galeno era joven y se puso nervioso al auscultar el opíparo cuerpo de la actriz. "-No se ponga nervioso, doctor” -sonríe ella, coqueta-. "De ninguna manera estoy nervioso, señorita -responde muy digno el joven facultativo-. A ver: profunde respiramente”... FIN.
