Dos preguntas hay que no puedo contestar y que por eso me llenan de zozobra, desasosiego, confusión, inquietud, desvelo y desazón. La primera pregunta es ésta: ¿se habrán dado cuenta los diputados federales y senadores del grado de descrédito al que han llegado entre la ciudadanía? No creo que haya en el mundo políticos tan mal calificados como estos políticos mexicanos. Ni siquiera en las más apartadas regiones del planeta, donde la mano del hombre no ha puesto nunca el pie, ha de haber una clase política tan desprestigiada como esa que en México tenemos. Cobran mucho estos señores y señoras por no hacer nada. Los llamados "representantes populares" a nadie representan; son resto de una época pasada que debería dar paso a una nueva forma de hacer política, y a una nueva clase de políticos. Escasamente habrá quién se salve de ese desastre nacional. Y la segunda pregunta que me perturba y atosiga es ésta: ¿Cuál es la capital de Dakota del Sur?... "-Las dos niñitas están jugando en la casa cuando una de ellas tropieza con una báscula de piso. Pregunta la pequeña a su amiguita: "¿Qué es esto?". "-No sé -responde la otra-. Pero no te le acerques mucho. Ha de ser algo peligroso, porque cuando se suben a esa cosa mi papá se suelta echando maldiciones y mi mamá comienza a dar de gritos"... En el circo el guapo domador presentaba un espantoso cocodrilo. "¡Dame un beso!" -le ordenaba-. El cocodrilo nomás abría furioso sus espantosas fauces. "¡Un beso, te digo!". El cocodrilo rugía amenazante. Entonces el domador tomaba un enorme tubo de fierro y daba un terrible tubazo al cocodrilo en la cabeza. La bestia, muy dolida, acudía dócilmente y besaba en la mejilla al domador. Una estruendosa ovación saludaba aquella hazaña. "-Necesito ahora un voluntario del público, a ver si hay alguien que se atreva a hacer esto mismo" -pide el domador-. Pasa un tipo y dice al domador con voz más que delicada: "-Yo me atrevo. Nomás a mí no me des el tubazo tan fuerte"... Nos hallamos en el naufragio del "Titanic”. Todos los botes salvavidas habían sido bajados ya, y llenos de espantados pasajeros se alejaban del sitio del desastre para no ser sorbidos en el vórtice que causaría el inminente hundimiento del enorme navío en aquella funesta "noche para recordar”, como dijo Walter Lord. Quienes habían quedado a bordo se arremolinaban en la cubierta. Se escuchaban gemidos, imprecaciones, gritos. De pronto el barco escora, y todos se lanzan hacia la borda para saltar al agua. Desde el castillo de proa un gentleman inglés miraba a la aterrorizada muchedumbre a través de su monóculo. "-No se empujen, señores; no se empujen -dice con mucha calma-. Hay mar para todos”... "-Si no te duermes, Pepito -dice la abuelita-, voy a traer el coco”. "-Que sea con ginebra, abuelita” -responde el precoz niño-... El muchacho y la muchacha visitaban el acuario. Llegan a donde está el pulpo y dice ella: "-Ahora que me acuerdo, hace mucho que no me llevas al cine, Libidio”... La secretaria de exuberante busto dice a su jefe: "-¿Qué tanto me ve, don Algón?”. "-Nada, Rosilí -responde él-. Pensaba en ese único botón que tiene su blusa. Pobrecito, él solo para tamañas responsabilidades”... FIN.