Hago del conocimiento público que mañana contaré aquí el deplorable chascarrillo conocido con el inquietante nombre de "La confusión". Dicho cuento ha sido vetado de consuno por la Liga de la Decencia y por la Pía Sociedad de Sociedades Pías: por primera vez en muchos meses ambas instituciones coincidieron en cuanto al grado de sicalipsis de un relato y la necesidad de proteger de él a la sociedad. Esperen mis cuatro lectores la dicha vitanda narración, y juzguen por sí mismos... Una joven casada deseaba tener un hijo, pero no quedaba embarazada. Los estudios correspondientes mostraron sin lugar a dudas que su marido era estéril. Acordaron entonces que ella fuera a una clínica especializada en inseminaciones. El día de su cita acudió, pues, y fue llevada a una sala. Se presentó un médico y le pidió que se despojara de su ropa. Al decir eso el facultativo empezó también a despojarse de la suya. "¿Qué hace usted, doctor?" -pregunta con inquietud la paciente. "Señora -responde el individuo-. Me acaban de informar que se nos agotaron nuestros depósitos de esperma. Tendrá usted que conformarse con lo que hay en existencia"... Es normal y debido que en la Universidad se haga política. Lo que no es normal, y sí muy indebido, es que la política deshaga a la Universidad. La anterior frase, digna de ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero, me sirve de limen para declarar mi esperanzado anhelo de que el próximo rector de la UNAM sea un académico que conduzca a la institución por caminos de excelencia y la ponga al amparo de las tribus -fosilizadas tribus- que otrora la han dañado. Generosa madre es la Universidad, pero a veces su generosidad llega al extremo, y da cobijo a ganapanes que son universitarios por dos razones solas: el día 15 y el día último. Quiero decir, por el discreto encanto de la nómina. Esos tales son motivo de que en ocasiones por la raza no hable el espíritu, sino lo más bajuno de la naturaleza humana. No son ya los tiempos de don Antonio Caso -de hecho nunca han sido los tiempos de don Antonio Caso-, pero la Universidad debe seguir por el buen camino que ha tomado, alejarse de aquellas funestas grillas que la atosigaron y servir al altísimo propósito para el cual existe, que es la formación de la juventud de mi patria, si me es permitido usar esa expresión de concurso de oratoria, que si bien no es digna de inscribirse en mármol duradero o bronce eterno al menos sírveme para poner final magnílocuo a este comentario... Una granjera fue al pueblo en su cochecito tirando por un caballo. La detuvo un oficial de tránsito: "Señora -le dice-. No sé si ha notado usted que a su carrito le falta una luz trasera". Responde la mujer: "Cuando regrese a la granja le diré a mi esposo que se la ponga". Prosigue el policía: "Y además observo que una de las riendas está enredada a los testículos del caballo. Eso lo puede lastimar, y constituye un caso flagrante de crueldad contra los animales. Pídale a su marido que también corrija eso". Cuando la señora estuvo de regreso en la granja le cuenta a su marido lo que había pasado: "Me dijo un policía de tránsito que le pongas al carrito una luz atrás". "¿Ah sí? -responde el granjero-. Y ¿qué más te dijo?". Contesta la señora: "Algo acerca del freno de emergencia"... Una mujer caminaba por la calle en la oscuridad de la noche. Al pasar por un parque le salió repentinamente al paso un individuo que la arrastró tras los arbustos y empezó a hacerla objeto de sus bajos impulsos de libídine. La mujer se puso a gritar: "¡Auxilio! ¡Me van a robar, me van a robar!". "¿A robar? -dice el sujeto entre jadeos-. ¡Te voy a violar, preciosa, no a robar!". Responde ella: "Si lo vas a hacer con eso no me vas a violar: me vas a robar"... FIN.