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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Tabasco es mi dolor de ahora. La hermana agua, tan franciscana y humilde ella, tan buena y clara cuando nace lluvia o brota manantial, se enturbia a veces y se vuelve feroz y amenazante. Mata entonces el agua, que siempre da la vida, y causa ruina; destruye lo que toca; lleva consigo el sufrimiento y el pesar. Yo amo a Tabasco porque es la tierra -el agua- de Carlos Pellicer, cuyo mejor poema era aquel Nacimiento que cada año ponía en su casa, abierta a todos. Amo a Tabasco porque de ahí salió Madrazo (el grande, no el pequeño) a poner en la ranciedad de la política su pasión de trópico. Tabasqueño era don Francisco J. Santamaría, que recogió con amoroso amor las palabras y dichos de su tierra, y que vivió siempre a lo tabasqueño, es decir en medio de la tempestad. Iré a Tabasco, y no encontraré ya a don Jorge Calles Broca, mi editor en Villahermosa, señorial señor que me brindaba hospitalidad hidalga cuando iba yo a su ciudad. Hallaré, sí, desolación, tristeza. Veré aquellos verdores cubiertos por las aguas, porque los ríos se salieron de madre, y cuando un río -o un hombre- se sale de madre hace a su paso el mal. Desde acá, desde este desierto mío donde todo se vuelve lejanía, envío a Tabasco y a los tabasqueños mi solidaridad y afecto. Si de algo sirve un abrazo, aquí va el mío. También irá mi corta ayuda, y si algo más puedo dar de mí, los amigos que tengo en Villahermosa no tienen qué hacer más que decírmelo. Mi voz, mínima voz, se une a las muchas voces que piden que todos estemos ahora con quienes sufren el dolor que el agua trae a veces con la misma impasible indiferencia con que lleva el cuerpo de un ahogado... Ahora he aquí un cuento que no deben leer las personas de conciencia escrupulosa. Don Puritanio Calvínez, presidente y portaestandarte de la Liga de la Decencia, posó los ojos en esa vitanda narración y sufrió un súbito ataque de moguet, rara afección caracterizada por la salida de manchas blanquecinas en la boca y los labios. A causa de eso don Puritanio, que predica los domingos en la Iglesia de la Iluminación "Betzania", quedó sin poder hablar durante cuatro meses. (Acuso recibo, entre paréntesis, de la carta de agradecimiento que me fue enviada por sus feligreses). Nadie que tenga pruritos de moralidad lea el relato que ahora sigue... Llegó un hombre joven a una farmacia y se dirigió a una dependienta. "¿Tienen condones?" -le preguntó. "Sí hay -contesta la muchacha-. ¿De qué medida los quiere?". "No sé" -dice algo desconcertado el joven. "Bájese el zipper" -le pide la dependienta. Y así diciendo procedió a tantear con la mano la medida correspondiente. Enseguida toma un micrófono y pide por el sonido local: "Condones grandes para el mostrador número 9". Todo eso era observado con inquietud por un muchachillo adolescente. Llega luego un señor de edad madura y le pregunta a la dependienta: "¿Tienen condones?". "Sí hay -responde ella-. ¿De qué medida los quiere?". "La verdad, no sé" -contesta el hombre. "Bájese el zipper" -le pide la encargada. Y procede también a tantear manualmente la medida. Luego dice por el sistema de sonido: "Condones medianos para el mostrador número 9". El adolescente, que veía aquello cada vez con mayor ansiedad, decidió probar suerte, pues quería sentir también aquel manipuleo inédito. Tímidamente va hacia la muchacha y le pregunta con vacilante voz: "¿Tienen condones?". "Sí hay -responde la chica-. ¿De qué tamaño los quieres?". "No sé" -contesta con respiración anhelosa el muchachillo. "Bájate el zipper" -le ordena la muchacha. Procede a tentalear la respectiva parte y luego pide por el micrófono: "Equipo de limpieza y toallas de papel para el mostrador número 9"... (No le entendí)... FIN.

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