Comentaba una señora: "Mi marido es campeón de polo". Pregunta Babalucas: "¿Sur o Norte?"... Un tipo bebía solo en la cantina. Al tabernero le llamó la atención que a cada rato el sujeto sacaba una fotografía de su cartera, la miraba, la volvía a guardar y seguía bebiendo. "Perdone, señor -le pregunta sin poder contener su curiosidad-. ¿De quién es esa fotografía?". "De mi esposa" -responde el individuo. "¿La extraña mucho?" -inquiere, conmovido, el cantinero. "No -responde el hombre-. Está en la casa". "Y entonces ¿por qué mira tanto su retrato?" -inquiere el tabernero-. "Es mi termómetro para beber -explica el tipo-. Cuando me empieza a parecer bonita sé que ya no debo tomar una sola copa más"... Don Blandino, señor de edad madura sin arrestos ya, y su consorte doña Avidia, exuberante mujer en buenas carnes y todavía con rijosos ímpetus de salacidad, veían en la sala de su casa un partido de futbol. En la pantalla apareció un aficionado que desde las tribunas gritaba con entusiasmo grande: "¡Duro! ¡Duro!". Y dice doña Avidia a su marido: "¡Ay, viejo! ¡Así quisiera verte a ti!"... La voluptuosa chica le dice a su amiga: "Mi novio tuvo un accidente. Durante dos meses no podremos ir al cine". "¿Por qué? -pregunta la amiga-. ¿El accidente le afectó la vista?". "No, -replica la muchacha-. Pero le enyesaron las manos"... Pocas bahías hay en el mundo tan hermosas como la de Acapulco. Yo la conocí en el más maravilloso modo que esa hermosura se puede conocer. Estudiante de la UNAM, solía viajar “de aventón” los fines de semana, pues quería conocer mi país, y otro modo no tenía de hacerlo. En aquellos años se podía viajar de aventón; ahora no. Una vez me sorprendió la noche (la noche siempre me sorprende) en un sitio llamado Tierra Colorada. Pocos vehículos pasaban ya por la solitaria carretera. Un amable oficial de la Policía Federal de Caminos le pidió al conductor de un camión de carga que me llevara. El hombre me hizo subir a la caja del vehículo, que iba cargado con maíz en grano. Me dormí al punto, cansado como estaba. Horas después algo me hizo abrir los ojos. Me enderecé y vi frente a mí, a la luz del amanecer, a ese prodigio de belleza que es la bahía de Acapulco. Jamás he de olvidar esa visión. Ahora voy al puerto, y sus mismos habitantes me dicen que ese prodigio está amenazado por la basura que a sus aguas llega, por los desechos que se arrojan desaprensivamente. Hay hoteles, me cuentan, que dicen tener tratadoras de aguas negras, y que en verdad las arrojan al mar. Es necesario proteger a Acapulco; evitar que lo dañen la ignorancia y la ambición. Es una de las más grandes bellezas no sólo de México, sino del mundo. No perdamos esa maravilla... El padre Arsilio llamó por teléfono al presidente municipal del pueblo: "Señor alcalde -le dice-, hay un burro muerto tirado enfrente de la iglesia". "Vaya, vaya -dice el alcalde con ironía-. Pensé que ustedes los curas tienen obligación de enterrar a los muertos". "Sí, -responde el sacerdote-. Pero primero debemos avisar a los familiares"... Tres amigos expertos en cosas de amoríos cambiaban impresiones acerca de un tema interesante: la ropa íntima femenina. "A mí me gusta sencilla y sin adornos" -comenta uno. "A mí, en cambio, me gusta con encajes y otros detalles atrevidos", -dice otro. "Pues a mí -dice el tercero-, me gusta que la ropa íntima femenina sea como los libros que leo". "¿Cómo?" -le preguntan. Responde el tipo: "Que tengan un gran contenido humano"... Llegó el circo al pueblo, y tres lugareños se las arreglaron para concertar citas románticas con sendas cirqueras. Al día siguiente intercambiaban sus respectivas experiencias. Dice el primero: "Yo fui con Ruberina, ‘La Mujer de Hule’. Puso en ejercicio todas sus dotes de contorsionista. ¡Aquello fue fantástico!". Dice el segundo: "Yo salí con Saltera ‘La Maromera’. ¡Aquello fue algo indescriptible!". Y dice el tercero, muy dolorido y con hosco acento de rencor: "A mí me tocó Glasseater, ‘La Tragavidrios’"... FIN.
