El atentado cometido por perredistas en la Catedral de México fue grave, pero más grave aún es el atentado cometido por elementos de la ultraderecha contra la sede del PRD en Chihuahua. Delincuentes que se ostentan como anticomunistas, pero que muestran también indicios de ser fanáticos católicos, arrojaron una bomba molotov a ese local, e incendiaron parcialmente sus oficinas. "No se metan con la Iglesia porque se los va a llevar la ching...", decía -rezaba- el mensaje enviado por esos violentos individuos. Podría yo echar a la broma tal acontecimiento, y sugerir al PRD que cierre todas sus dependencias (entre ellas el Gobierno del Distrito Federal) hasta que la Iglesia Católica le garantice por escrito la seguridad de sus instalaciones, pero el asunto es demasiado serio para tomarlo a la ligera. Estamos ante un caso de terrorismo que tiene implicaciones religiosas. Con la Iglesia topó el PRD en el caso de la Catedral. Sin embargo la Iglesia jamás topa con nada, por el poder que tiene, derivado de la actitud reverencial que inspira en un país como éste, cuyo pueblo, a pesar de algunos jerarcas de la propia Iglesia, conserva aún la fe y mantiene sus hondas raíces religiosas. Eso explica por qué el suceso de la Catedral ocupó gran espacio en los periódicos, y abundancia de tiempo en la radio y la televisión, mientras lo ocurrido en Chihuahua pasó casi inadvertido. Ciertamente no puede equipararse la grandeza del máximo templo del catolicismo mexicano con la pequeñez de una oficina política en provincia, pero desde el estricto punto de vista de la ley el delito que en Chihuahua se cometió es más grave que la acción de los violentos perredistas que irrumpieron en la Catedral. Es necesario, pues, que se investigue ese atentado y se aplique a los responsables la pena prescrita por la legislación penal. En caso contrario el fanatismo religioso y las burdas acciones de una ultraderecha con tintes de fascismo podrán llegar a ser nueva amenaza que cause daño a la sociedad civil... Temo que con lo antes dicho he puesto a la República en estado de desasosiego. Ciertamente no fue ésa mi intención: ¿quién soy yo para andar poniendo repúblicas en estado de desasosiego? Narraré entonces un par de chascarrillos que sirvan para sedar esa inquietud... Don Poseidón, granjero acomodado, pensó que era ya tiempo de que su hijo Eglogio, agreste mocetón de 18 años, tuviera trato con mujer. Para tal efecto viajó con él a la ciudad y lo llevó a un lupanar, casa de trato, mancebía, burdel, lugar de putaísmo o manfla (congal, dicho sea sin prosopopeya), establecimiento del cual el mismo don Poseidón era cliente muy asiduo. Ahí le pidió a la dueña del lugar que iniciara a su hijo en las artes venusinas, pues de otra manera el muchacho seguiría haciéndose justicia por propia mano. Condujo la madama al hirsuto zagal a su budoir, y con eficaz pedagogía le reveló, si no todos los misterios amatorios, sí al menos el básico y elemental. Acabado aquel trance iniciático la mujer le dijo al extasiado joven que como cortesía adicional le haría el manicure por cuenta de la casa. Eglogio se entusiasmó bastante, pues pensó que esa palabra correspondía a una nueva experiencia de erotismo. Gran decepción sufrió al ver en qué consistía el tal manicure, pero dejó que la mujer hiciera. Pasaron unas semanas, y cierto día la madama encontró al mancebo por la calle. Sonriendo pícaramente le pregunta: "¿Te acuerdas de mí?". "Claro que me acuerdo -replica el mozallón con rencoroso acento-. Usted es la malvada mujer que me pegó las ladillas y luego me cortó las uñas para que no pudiera rascarme"... Pirulina desposó a Minucio Maldotado, hombre con quien Natura se mostró avara y cicatera. Lo ve al natural la noche de las bodas y le dice: "Quizá si la regamos todos los días crezca un poco". (No le entendí)... FIN.