Policías paquistaníes bloquean las entradas al Parlamento y al Tribunal Supremo en Islamabad, Pakistán, después de que el presidente Pervez Musharraf declarase el estado de excepción en el país. (EFE)
El general Pervez Musharraf declaró ayer el estado de emergencia en Pakistán, suspendió la Constitución y reemplazó al presidente de la Corte Suprema antes de que el alto Tribunal fallara sobre el futuro de su Presidencia, además de interrumpir las comunicaciones en la capital.
El Gobierno bloqueó las transmisiones de todos los canales de televisión privados y suspendió los servicios telefónicos en Islamabad, donde una multitud de soldados paramilitares rodeaba la Corte y el Parlamento. Se registraron reportes de tiroteos en la ciudad de Karachi, en el sur del país, pero la capital permanecía en calma.
La televisión estatal reportó que el principal juez del país, que había emergido como el principal supervisor del poder de Musharraf, fue reemplazado. Los paquistaníes se han opuesto cada vez más al Gobierno de Musharraf, que no logró a principios de este año destituir a Iftikhar Mohamed Chaudhry el presidente de la Corte Suprema destituido ayer.
Estados Unidos y Gran Bretaña, los principales aliados de Pakistán en el mundo occidental, expresaron su profunda preocupación por el estado de emergencia, mientras que los líderes de la Oposición condenaron las medidas.
El ex primer ministro Nawaz Sharif exigió al líder militar que renuncie e instó a la población a que se levante en su contra.
Otra ex primera ministro, Benazir Bhutto, regresó de inmediato desde Dubai a Karachi, donde la Policía la escoltó desde el aeropuerto. Salió ilesa de un intento de asesinato el mes pasado, en el que murieron al menos 140 personas.
“Coincido con él (Musharraf) en que estamos enfrentando una crisis política, pero creo que el problema es la dictadura (militar), no creo que la solución sea la dictadura”, manifestó al canal de televisión Sky News en una comunicación telefónica al llegar.
El estado de emergencia fue decretado tras una semana de especulaciones de que Musharraf, que asumió el poder en un golpe de Estado de 1999 y luego convirtió a Pakistán en un aliado de la guerra antiterrorista estadounidense, podría implementar esa medida.
El país ha sido escenario de una creciente violencia desde mediados de año, incluyendo un incremento de los ataques dinamiteros suicidas y enfrentamientos entre milicianos islámicos y las Fuerzas de Seguridad. Cientos de personas han muerto.
En un discurso televisado, Musharraf expresó que Pakistán se encuentra en un momento “peligroso” y dijo que los extremistas islámicos habían retado de manera directa la autoridad del Gobierno.
“El extremismo se ha expandido incluso hasta Islamabad y los terroristas están tomando el control del Gobierno en sus propias manos y peor aún, están imponiendo sus ideas obsoletas a los moderados”, sostuvo el mandatario.
Criticó asimismo a la Corte Suprema por no haber emitido aún un fallo que determine si valida o no su victoria en los comicios presidenciales y por castigar a funcionarios del Gobierno, entre ellos a policías. Dijo que esta situación ha dejado al sistema del Gobierno “semiparalizado”.
Indicó asimismo que no habrá cambios en el Gobierno ni entre sus principales funcionarios hasta que complete su mandato. Prometió también que completará la transición a la democracia, pero no dijo cuándo se realizarán los comicios parlamentarios, previstos para enero.
Siete de los 18 jueces de la Corte Suprema condenaron de inmediato la declaración de emergencia, que suspendió las garantías constitucionales.
Creciente violencia
Los insurgentes dijeron ayer que capturaron dos comisarías y apresaron a 120 agentes en una región montañosa del noroeste de Pakistán, dominada por elementos del Talibán y Al Qaeda.
Una bandera fue izada en uno de los edificios tras ser abandonado por los agentes en el valle de Swat, un lugar que hasta hace poco era frecuentado por los turistas y que es ahora escenario de continuos enfrentamientos entre las fuerzas paramilitares y los insurgentes islamistas, dijo Sirajuddin, que habló en nombre de los insurgentes.
Horas después, los insurgentes se apoderaron de otra comisaría situada a 10 kilómetros (6 millas) más al norte, según Mian Rasool Shah, un comandante del Talibán, y agregó que fueron clausuradas las puertas del edificio para evitar el saqueo de armas tras convencer a los 60 agentes que se fueran.
Ningún funcionario gubernamental quiso comentar la noticia, al día siguiente de que los islamistas mostraran a los periodistas a decenas de hombres que dijeron ser soldados gubernamentales capturados. Ellos -al igual que los 120 agentes que presuntamente desertaron tras ser rodeados por los insurgentes durante la noche- fueron posteriormente liberados, dijo Sirajuddin.