Néstor Kirchner deja hoy la Presidencia de Argentina sin haber abandonado sus viejos mocasines, sus chaquetas cruzadas desabotonadas y el sello de informalidad que le inyectó a su Gobierno desde el mismo día en el que lo asumió.
Le sucederá su esposa, Cristina Fernández, “fashion” por donde se le mire y, a juzgar por su comportamiento y su imagen, mucho más apegada que su marido a los rituales protocolarios de la actividad presidencial.
El 25 de mayo de 2003, cuando accedió al poder, quedó registrado como el día en que Kirchner rompió todos los estereotipos del protocolo presidencial, ante la mirada atónita de los expertos en ceremonial.
Ataviado con una chaqueta cruzada abierta y mocasines, calzado no correspondiente a la etiqueta, según los especialistas, el dirigente peronista tuvo problemas para colocarse la banda presidencial cuando la recibió de manos de su antecesor, Eduardo Duhalde, en la sede del Parlamento.
Minutos después jugó graciosamente con el bastón de mando, como si fuera el bastonero de una comparsa, situación que dibujó una sonrisa nerviosa en Cristina Fernández y que más tarde, ante las primeras críticas, atribuyó a una supuesta tradición indígena.
No todo terminó allí. En algunos tramos de la caminata que lo llevó desde el edificio del Parlamento hasta la sede del Gobierno, Kirchner atravesó el vallado que lo separaba de la multitud ávida de saludarle y se golpeó la frente con la cámara de un fotógrafo.
Resultado: un corte de dos centímetros con el que acabó en la enfermería, la primera dependencia que Kirchner conoció de la Casa Rosada.
Tras la asunción de los ministros, un edecán presidencial se acercó a Kirchner y le sugirió que no volviera a mezclarse con la gente en su nueva caminata hacia la Catedral Metropolitana, donde se celebraría el tradicional Tedéum.
“No se preocupe que la gente no va a hacerme nada malo”, aseguró el gobernante antes de volver a referirse al tema ante una consulta periodística y mientras se dirigía a pie hacia la catedral.
“¿Por qué atravesé las vallas? Porque hace 30 años yo estaba allí, junto al pueblo. ¿Por qué no iba a hacerlo hoy si yo soy uno de ellos?”, sentenció.