Hablar de derechos sin el correspondiente deber es engañoso. Carece de sentido lógico. Estamos inundados de referencias a los derechos que tenemos. Constantemente se reclama respeto a los mismos. No hay la más leve alusión a que cada derecho supone su correspondiente obligación. El apotegma juarista tan consagrado entre nosotros se ignora y al no respetarse el derecho ajeno se menosprecia la paz.
Las diversas comisiones de derechos humanos que se han creado en el mundo en los últimos años vigilan que la dignidad humana no se viole. Su ámbito se constriñe a exigir que el papel tutelar del Estado sea visible y eficaz para llamar a cuentas al trasgresor. Los derechos son del individuo y el obligado el Estado. Así interpretado, parecería que el ciudadano es ente pasivo.
Ninguna institución promueve la conciencia de los deberes personales. Al no atenderse la otra cara de la moneda, se propala una cultura de exigencias unilaterales que lleva a la irresponsabilidad personal y a la falsa noción de un ciudadano que sólo demanda sin tener que respetar la norma. En lo social, el que sólo reclama su derecho propio desprecia la solidaridad hacia sus semejantes. En lo político, el resultado se revela en que todo se exige al Estado sin contribuir nada a cambio.
El concepto de los derechos se difunde ampliamente sin hacer mención de los deberes que hay que cumplir. Como por ejemplo, al derecho a la educación, corresponde el deber de asistir a la escuela y estudiar. Al derecho a la libertad cabe la obligatoriedad de respetar la ley y las reglas de la convivencia. Los derechos que tanto piden los niños en mensajes mediáticos, no mencionan su correspondiente deber de respeto y obediencia a sus mayores. El derecho a manifestarse, se supone sin coto alguno, sin considerar el libre tránsito de los demás. El derecho a la libre expresión, es pretexto para atropellar honor y decoro.
Muestra de que estamos más atentos a reclamar que a ofrecer, está el hecho de que la Declaración de Derechos y Deberes de los Individuos, aprobado en 1948 por la OEA, enumera 22 derechos y sólo diez “deberes”.
En 1789, al aprobarse en París en forma unánime la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, la propuesta de que mejor se llamase “derechos y deberes del hombre”, fue ruidosamente rechazada por la Asamblea. Años más tarde nuevas declaraciones ya incluían el término de “deberes” y la Constitución de Italia de 1800 habló de “los derechos y deberes de los hombres”.
El binomio derecho-deber es inseparable. Modernamente la Declaración Africana de los Derechos del Hombre afirma que “todo individuo tiene deberes hacia su familia, su sociedad y hacia las instituciones”. Gandhi, al comentar los fundamentos teóricos de los derechos humanos, escribió “aprendí de mi madre analfabeta, una mujer muy sabia, que todos los derechos para ser merecidos deben de proceder de deberes bien cumplidos. Así nos corresponde el verdadero derecho de vivir sólo cuando cumplimos nuestro deber como ciudadanos del mundo”.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1948, expresa que “toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”.
El tema es de mucha trascendencia en estos tiempos en que estamos bombardeados por mensajes que proclaman derechos de todo tipo y para cualquier sector, sin que para ello se llame a la responsabilidad social que a cada uno de nosotros compete.
No puede avanzarse sin una clara conciencia de los deberes que aseguran la vigencia de los derechos. Sin ella la sociedad se desmorona.
México D.F., julio, 2007.
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