Los feligreses de la periferia de Roma han acudido por años a improvisadas iglesias, mientras que en el centro histórico de la ciudad los grandes templos sirven más como museos que como casas de rezo. (Fotografías de AP)
Muchos feligreses en los crecientes suburbios de la capital italiana se ven obligados a rezar
en garajes, antiguas tiendas de abarrotes o estructuras prefabricadas.
Los fieles inclinaron la cabeza, en oración, mientras el sacerdote elevaba la ostia para consagrarla. Todo en esta misa parecía normal salvo la sede, un espacio semejante a un garaje dentro de un edificio de apartamentos, con un altar hecho de bambú.
Se suponía que la improvisada iglesia del padre Arnaldo D’Innocenzo, en esta comunidad apartada de trabajadores al poniente de Roma, permanecería así sólo temporalmente, pero el párroco ha oficiado la misa aquí durante más de 30 años.
Unos 20 kilómetros al oriente, en el Centro Histórico de Roma, los turistas acuden en grandes números para conocer la iglesia barroca de San Ignacio de Loyola, erigida hace 400 años. Ahí, admiran los frescos plasmados en las bóvedas, con técnica de trampantojo, y las reliquias de los santos.
Pero muy pocos fieles asisten regularmente a la misa ahí.
La situación es paradójica en la diócesis de Roma, el corazón del mundo católico: Las magníficas iglesias en el centro de la ciudad funcionan más como museos que como casas de oración, mientras que muchos fieles en los crecientes suburbios de la ciudad se ven obligados a rezar en garajes, antiguas tiendas de abarrotes o estructuras prefabricadas.
Uno de los motivos es que existe una concentración más alta de gente que asiste regularmente a misa entre los italianos pobres y los inmigrantes de Europa Oriental, quienes viven en los suburbios, que entre los romanos más adinerados en el corazón de la ciudad. Además, buena parte del centro ha sido ocupada por comercios y oficinas gubernamentales, lo que ha derivado en una menor densidad poblacional.
Según Ferruccio Romanin, párroco de San Ignacio de Loyola, hay al menos otras diez iglesias en la zona cercana a la suya. En el centro histórico de Roma hay más de 200 iglesias que representan una parte importante de la herencia artística del país.
“El problema en Roma es la alta concentración de iglesias. Pero no podemos empacarlas y enviarlas a otra parte, son históricas”, dijo Romanin. “Aquí no hay un grupo cohesionado, sino variable. La gente viene y dice: ‘¡Qué bonito sermón!’. Luego se va y nunca la vuelvo a ver”‘.
Entretanto, la diócesis de Roma tiene problemas para satisfacer las necesidades espirituales de los crecientes vecindarios en las inmediaciones de Roma.
SÓLO PARA MANTENIMIENTO
El obispo Ernesto Mandara, quien está a cargo de la construcción de nuevas iglesias dentro de la diócesis, dice que buena parte de los recursos se destina al mantenimiento de los templos espléndidos en el centro de la ciudad, que no cumplen ya una función religiosa prominente. Ello absorbe el dinero que podría destinarse a las parroquias de las afueras de la capital, donde hacen mucha falta nuevas iglesias.
Mandara dijo que los sacerdotes le piden diariamente nuevas iglesias y que algunos han esperado la construcción durante años.
“A veces vivo como si estuviera rodeado por acreedores. Tengo que esconderme de los párrocos, algunos de los cuales viven en situaciones muy difíciles”, dijo Mandara.
En su parroquia de San Patrizio a Colle della Mentuccia, D’Innocenszo habla de las frustraciones que ha experimentado durante su larga espera de una iglesia.
“He estado aquí 33 años, me he vuelto un hombre viejo”, señala.
Agrega que varias generaciones de niños han sido bautizados y han recibido su primera comunión en esta iglesia improvisada, pero nadie quiere casarse aquí. “Todos buscan una iglesia más bonita”, refiere.
En el centro de Roma, algunas construcciones tan majestuosas como la iglesia de Santa María del Popolo y la de San Luigi dei Francesi, están casi vacías y su propósito religioso se ha reducido principalmente al de escuchar en confesión a los fieles -principalmente turistas-.
“La raíz del problema está en cómo mantener estas estructuras que desde un punto de vista pastoral no son necesarias, pero que son tesoros artísticos”, dijo Mandara. “El problema de las nuevas iglesias en Roma tiene aspectos absurdos”.
FALTAN RECURSOS
Mandara dijo que hay 19 parroquias existentes que no tienen todavía iglesias y añadió que encontrar dinero para construirlas representa un grave problema. El costo promedio de construir una iglesia parroquial oscila entre 4.62 y 5.28 millones de dólares. La mitad de la financiación debe provenir del pago de limosnas y diezmos y la otra mitad de la diócesis.
Pero la recaudación del dinero puede ser un desafío en los barrios de la clase trabajadora.
“La obtención de ayuda económica de los nuevos barrios resulta difícil, pero no por falta de generosidad”, dijo Mandara. “Frecuentemente, se trata de parejas jóvenes que pagan un crédito hipotecario. No puedo pedirles que me den dinero”.
La situación se complica por el hecho de que algunos barrios crecieron sin planificación alguna desde la década de 1960, cuando los pobres del sur de Italia comenzaron a emigrar hacia el norte. En consecuencia, muchos barrios no tienen una zona contemplada para construir una iglesia, lo que puede derivar en años de trámites burocráticos, según Mandara.
En el barrio de Montespaccato, habitado predominantemente por inmigrantes, la parroquia sirve a unas diez mil personas. Pese a que fue establecida en el año 2000, todavía no parece cercano el día en que tenga una iglesia.
Unos 500 fieles que asisten a misa se congregan en lo que fue probablemente una tienda de abarrotes. Un letrero de luz neón sobre la puerta identifica el inmueble como una iglesia. Adentro, varios calefactores eléctricos mitigan el frío durante el invierno. Las lecciones de catecismo se toman en un húmedo garaje subterráneo, cuyas paredes están enmohecidas.
“Estar ahí por una hora no le hace daño a nadie, pero si el tiempo se prolonga, esto se convierte en un problema de salud”, dijo el párroco Danilo Bissacco.
La causa de Mandara recibió un impulso durante el año del Jubileo del 2000, cuando se planeó la construcción de 50 nuevas iglesias en la ciudad, como parte de las iniciativas para la celebración vaticana.
Fue entonces cuando D’Innocenzo obtuvo finalmente el visto bueno para su iglesia, cuya inauguración está prevista para este año.
“Hizo falta que llegara el Jubileo del 2000, cuando la ciudad accedió a transformar los terrenos agrícolas en zonas de construcción”, dijo D’Innocenzo. “Ahí fue cuando compramos esto”.