Las pinturas fueron encontradas en una cueva nepalí del Himalaya.
Las montañas del Himalaya han desvelado uno de sus tesoros ocultos durante siglos: una cueva con pinturas murales centenarias en una apartada ruta comercial que servía para conectar el Tíbet con la India pasando por Nepal.
"Encontramos las pinturas por accidente, cuando un pastor local nos enseñó la cueva con frescos en los muros, que había descubierto unos años antes", dijo uno de los descubridores, el estadounidense Broughton Coburn, que organizó una expedición por Nepal compuesta por montañeros y conservadores de arte.
El trabajo de estos últimos se centrará en la restauración de los murales, un caro y laborioso proceso que un estado como Nepal no puede afrontar, de ahí que haya que recurrir a la ayuda del extranjero.
Según Coburn, que viajó a la zona en los meses de marzo y abril, la caverna, bautizada como "Cueva del Leopardo Blanco" por las huellas cercanas de este animal, no forma parte de un complejo habitado, sino que fue excavada con propósitos religiosos en los aledaños de una vieja ruta comercial ya en desuso.
Los devotos de la "Cueva del Leopardo Blanco" escribieron en las paredes -quién sabe si con ánimo de posteridad- varios mensajes en tibetano que ya han sido fotografiados, en espera de que su traducción revele el origen y la fecha de las pinturas.
Un conservador que ha formado parte de la expedición, el italiano Luigi Fieni, se atreve ya a precisar que los frescos fueron realizados entre los siglos XII y XIII.