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Desempleo, hasta que el destino nos alcance

josé juárez medina

Tal como se esperaba, el slogan que manejó Felipe Calderón como ?presidente del empleo? cuando era candidato a la presidencia y con el que buscó remontar la ventaja que hace casi un año le llevaba AMLO en la encuestas, reveló su falta de sustancia, de contenido real. Así pues, de la suficiencia en el diagnóstico del problema y la convicción para enfrentarlo que se desprendía de esa machacona frase electoral, no queda nada, demostrándose una vez más que esta cuestión es una de las favoritas para utilizarse como bandera política.

Pero quizá conviene hacer un breve paréntesis para ver el panorama general. Solamente tomando en cuenta el indicador oficial de la tasa de desocupación del INEGI, se puede constatar que de 2001 a 2006, es decir todo el sexenio foxista, aquél siguió una trayectoria claramente ascendente, aunque en el periodo registro coyunturales variaciones a la baja, lo que era la ocasión para que Fox soltara sus ya conocidas declaraciones, como aquella de que en su sexenio se generaron más empleos como nunca antes en la historia. Así pues el índice de desocupación paso de estar cerca del dos por ciento en 2001 a 3.96 por ciento en enero de este año, es decir, casi se duplico la tasa.

Ampliando un poco la perspectiva, algunos estudios señalan que en el sexenio 1995-2000 se crearon 351.7 mil empleos formales por año y en el 2001-2006 solamente 62.9 mil. Desde luego, ambas cifras lejos, pero muy lejos del poco más de un millón que se estima requiere la economía para absorber la demanda de empleo.

Esta forma de ver la situación en el mediano plazo, en este caso el sexenio, es la relevante para evaluar si hay avances en la solución de los problemas, más aún cuando se trata de uno largamente acumulado.

Pero no solo está la falta de generación de empleos suficientes, sino también la precariedad de éstos. Veamos, en 1997 el 8.3 por ciento de los trabajadores asegurados eran eventuales, y para el 2006 éstos ya se ubicaron en el 17.9 por ciento. Tan sólo en 2006 los asegurados permanentes aumentaron en 2.97 por ciento, mientras que los eventuales lo hicieron en un 25.42 por ciento. Ello implica muchas veces que en el momento que dan una cifra sobre número de empleados muchos de ellos quizá ya no existan, amén de las malas condiciones y remuneraciones de los empleos eventuales.

Otro ángulo de la cuestión, y muy conocido, indica que la mayor parte de los empleos generados han sido informales.

Pero quizá el lector pueda pensar que es muy rápido para pedirle cuentas a Calderón sobre este problema que, como se acaba de reseñar en unas cuantas cifras, lleva muchos años sin atacarse frontalmente. Puede ser, pero, reiteramos, de sus declaraciones se esperaba más y se puede ver cual será la tónica, está curándose en salud con el lugar común al decir que en materia de empleo no hay ?fórmulas ni recetas mágicas?. Más de uno se preguntará porqué no hizo esta sesuda reflexión durante su campaña.

Es verdad que el problema del empleo es complejo, pero si en vez de dar los primeros pasos en la dirección de buscar soluciones de fondo, para lo cual principalmente habría que revisar que está pasando con este modelo económico que en más de 20 años no ha sido capaz de generar puestos de trabajo de manera consistente y bien remunerados, se hacen declaraciones demagógicas e irresponsables, pues difícilmente se va a estar en posición de hacer frente a la cuestión.

Desde luego, menos se ataca con iniciativas tibias como el Programa del Primer Empleo en donde ni por asomo se toma en cuenta la naturaleza estructural del problema. Un programa que no convence a los empresarios, a los analistas, ni a algunos funcionarios de su gabinete.

Para algunos dicho programa es de naturaleza asistencialista, que incluso podría enfrentar problemas de sustentabilidad financiera, ya que se trata de subsidiar a las empresas en los pagos a las prestaciones del trabajador, aunque los 3 mil millones de pesos que se piensa canalizar a este programa quizá no generen muchos problemas a las finanzas públicas.

Los últimos gobiernos, que vienen abrevando del Consenso de Washington, han insistido que no es su función crear empleos, pero ha juzgar por la política económica que insisten en mantener pareciera que si lo es el de acabarlos y provocar con ello la salida anual de cientos de miles de personas hacia Estados Unidos. Nótese la monumental incoherencia.

Lo grave del asunto es que el mercado tampoco tiene como objetivo crear empleo, ya que en la época actual la generación de éste por parte de las empresas parece ser un resultado residual a su objetivo principal, que es el de reestructurar y relocalizar sus actividades y procesos productivos en la búsqueda de no quedarse atrás en la competencia por los mercados y, en consecuencia, de las ganancias. ¿Entonces? Hay tareas.

josemedinajuarez

@yahoo.com.mx

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