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Deterioro de las expectativas

Desde fines del 2006 he insistido en varias de mis columnas sobre la acumulación de presiones de precios internas que, aun cuando no implican la aparición de una espiral inflacionaria, se confabulaban para evitar que la inflación convergiera hacia la meta oficial de 3 por ciento anual.

Por ello advertía sobre la necesidad de que Banco de México (Banxico) elevara las tasas de interés, aún cuando en ese entonces las previsiones de la gran mayoría de los analistas eran de una disminución de la tasa de fondeo, que ubicaban para fines de este año cercana al 6 por ciento.

En diversas ocasiones nuestras autoridades monetarias han señalado que, si bien pudiera haber algunos “choques de oferta” que impiden esa convergencia del crecimiento de los precios con la meta oficial de 3 por ciento, ellas no veían motivo para apretar las condiciones monetarias, por lo menos mientras las expectativas de los agentes económicos se encontraran en línea con las perspectivas oficiales de inflación.

En ese sentido, Banxico, de manera renuente, elevó su tasa de referencia de 7 a 7.25 por ciento el 27 de abril, no tanto con el afán de iniciar un proceso de apretón monetario, sino más bien para evitar que se desalinearan las expectativas de los agentes económicos, ante la creciente evidencia de que no se lograba la tan elusiva convergencia de precios.

La medida cumplió, por un tiempo, su cometido. Por lo menos en lo que se refiere a las previsiones de los analistas, quienes durante la primavera seguían visualizando una tendencia descendente de la inflación y de las tasas de interés en la segunda parte de este año.

Banxico consideró entonces que había hecho lo necesario y que con tan sólo señalar en sus comunicados que la política monetaria mantenía un sesgo restrictivo, era suficiente para evitar no sólo la desalineación de las expectativas, sino que la inflación permaneciera testarudamente alrededor del 4 por ciento.

El guión esperado por nuestras autoridades monetarias se complicó, sin embargo, durante el verano. Si bien el dato de inflación de septiembre (0.78 por ciento) estuvo por debajo de las estimaciones de los analistas así como del alza equivalente que se registró un año antes, no por ello desaparecieron las presiones de precios.

El aumento del precio internacional de los alimentos y la reforma tributaria, que contempla un incremento en el precio de la gasolina, deterioraron considerablemente las expectativas inflacionarias del público.

Esto, además, se convirtió en tema que explotaron los partidos políticos de oposición, en particular el Partido de la Revolución Democrática.

Fue tal el efecto de esos eventos que hubo necesidad de que el Presidente Calderón enviara un mensaje a la Nación el miércoles 26 del mes pasado, donde en una de las expresiones más populistas y demagógicas de su corto mandato, se pronunció por “detener la entrada en vigor del aumento al precio de la gasolina…” así como cancelar los aumentos previstos para los combustibles y las tarifas eléctricas de consumo doméstico “durante todo este año”.

El propósito, según Calderón, es “proteger la economía de las familias más pobres”.

Lo paradójico del caso, sin embargo, es que los aumentos suspendidos entrarán en vigor a partir del primero de enero de 2008, fecha en que utilizando la misma línea de razonamiento del Presidente, se “desprotegerá” a las familias más pobres.

Las presiones de precios recientes en los productos de la canasta básica fueron calificadas por el Secretario de Economía, Eduardo Sojo, como una “burbuja especulativa” que se generó durante la discusión y aprobación de la reforma fiscal. Señaló, además, que la Procuraduría Federal del Consumidor se encargará de revisar y regular los precios.

Dice un dicho popular que cuando el río suena es que agua lleva. Tanto ruido en relación con el incremento de precios y la reacción de las autoridades al anunciar controles temporales y “vigilancia” estrecha, son muestra de que hay un cambio importante en las expectativas inflacionarias de los agentes económicos.

Estos, al parecer, no confían en que existe un proceso de convergencia hacia la meta oficial del 3 por ciento de crecimiento de los precios, lo que se refleja también en los resultados de la Encuesta Sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado que publicó Banxico el lunes primero de octubre.

Ahí se aprecia claramente que por quinto mes consecutivo existe una revisión al alza en los pronósticos de inflación, general y subyacente, pero ahora se da tanto para los números de corto como los de mediano plazo.

El estimado para diciembre de este año se elevó de 3.65 a 3.81 por ciento, mientras que para el 2008 subió de 3.51 a 3.69 por ciento. Lo más relevante de esta encuesta, sin embargo, es que también modificó las expectativas de inflación de mediano plazo de los analistas.

Ellos elevaron su estimado de inflación de 3.48 a 3.53 para 2009, lo que si bien todavía se encuentra dentro del intervalo oficial del 2 al 4 por ciento, se aleja de la meta central de las autoridades.

La Junta de Gobierno de Banxico se reúne el 26 de este mes, cinco días antes de la reunión de la Reserva Federal de Estados Unidos, por lo que no contará con el beneficio de conocer la decisión de política monetaria de la Fed, que de alguna forma pudiera influir en sus deliberaciones.

Considero que Banxico muy probablemente mantendrá la tasa de fondeo en 7.25 por ciento. Sin embargo, me parece que el manejo independiente de nuestra política monetaria requiere que, sin importar lo que se haga o deje de hacer en el exterior, nuestras autoridades reconozcan las presiones inflacionarias internas y pasen de las palabras a los hechos, elevando otra vez las tasas de interés en México.

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