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Diálogo| Comprometiéndonos con el futuro

Yamil Darwich

Ya desde 1999, Europa mostraba especial interés en prepararse para el futuro; entre otras cosas, buscando que su educación superior les diera elementos para obtener la competitividad y la supremacía en las ciencias y las técnicas mundiales; pretendiendo que la calidad fuera similar en todos los países, con un sistema común de reconocimientos, métodos educativos iguales o correspondientes, cooperando y buscando desarrollar sentido de innovación entre los estudiantes.

Catedráticos de los países de la Comunidad Europea, se reunieron en Bolonia en 1999, para discutir el tema y no se dieron cuenta que habían hecho un trabajo parcial; fue hasta el año 2003, en Berlín, donde reconocieron que la apuesta estaba incompleta, si no incluían los valores.

En México, aún no logramos ponernos de acuerdo en la normatividad de las leyes de educación, perdiendo terreno y alejándonos cada vez más de la competitividad y de paso abriendo huecos de oportunidad aprovechados por comerciantes para ganar dinero, con engañosas ?ofertas educativas?, promoviendo el menor esfuerzo entre sus ?clientes?, prometiéndoles máximo beneficio con mínimo estudio, sabedores del fraude que gestan con la educación parcial ofrecida. Permitir ese abuso lo podemos pagar caro.

Algunas organizaciones, como la ANUIES, insisten en homologar la calidad de la educación, mismo propósito de la Comunidad Europea, de los Estados Unidos de América y Oriente, por ejemplo. Aquí, aún existen quienes ofrecen pocas clases, mínimo esfuerzo y solamente capacitación para el trabajo repetitivo; el secreto está en los costos: menos horas de trabajo en salones y talleres, bajos pagos a profesores, inversión, u otros indirectos que se reflejan en mayores ingresos para los propietarios. Estas universidades, que les han dado en llamar ?corporativas? ?la mayor parte de propietarios extranjeros cotizando en la bolsa de Nueva York? buscan aportar elementos técnicos y científicos sin considerar los aspectos humanísticos de la educación superior; es decir, enseñan ?a medias? el ?qué? y el ?cómo? hacer las cosas, sin ocuparse de orientar a los futuros profesionales en el ?para qué?, fin último del conocimiento.

Este intento de invasión comercial se dio en el primer mundo hace cosa de veinte años, cuando la ciencia y la técnica dominaron los contenidos de los programas y no dejaban tiempo para más. La alta competitividad de la universidad de esos lugares, les impidió avanzar y al ver que no era redituable su esfuerzo, volvieron la vista al tercer mundo, donde ahora florecen prósperos negocios, que a decir de uno de ellos ?debe generarles millones de pesos?.

Con los años y las evaluaciones, los especialistas en educación superior comprendieron que el mundo era cada vez más individualista y que el ser humano vivía en mayor soledad, separado de los demás, con menos alimento a la afectividad y la consecuente pérdida de sentido valoral de sus acciones. Terminaron formando ?hommos tecnologicus? y ?homos consumens?, despreocupados por lo trascendente, superficiales, poco comprometidos con los débiles y desgraciadamente menos felices e insatisfechos por sus logros.

Hacer más para ganar más y tener más no da realización humana a los jóvenes profesionistas; la ansiedad y la depresión se incrementa y, curiosamente, el mundo se polariza: menos ricos y poderosos y mayor número de pobres incapacitados para enfrentar sus propias necesidades. Al calibrar resultados, los europeos dieron marcha atrás y hoy, la academia mundial, busca respuestas y retoma rumbos.

Pedro Ortega Ruiz, catedrático de la Universidad de Murcia, dictó una conferencia a los rectores de la FIMPES, titulándola ?La Universidad y nuestro tiempo?, y es altamente estimulante ver la coincidencia en la visión de educación superior; dice: ?la universidad, y el sistema educativo en su conjunto, parecen haber relegado a un segundo plano la cuestión ética y social, el problema del sujeto y del ciudadano, como si éste fuera sólo una ficción, nostalgia de un pasado humanista, o simplemente una exigencia a la que la Universidad no está obligada a responder. Así se habla, preferentemente, del alumno como ?aprendiz? de conocimientos, como destinatario de unos saberes y competencias que le capaciten para su inserción en el mundo laboral, y no tanto del sujeto y del ciudadano responsable primero de su construcción personal, y comprometido en la transformación de la sociedad...?.

Luego habló de la responsabilidad de la universidad de entender al hombre y construir otra sociedad, para la que requiere compromisos con: la naturaleza, rechazo a la discriminación, desigualdad social insoportable, buscar reparto de bienestar, crear conciencia de derechos cívicos, de autonomía política y formar una comunidad global. Esos objetivos requieren de trabajo humanista, con materias que los mercaderes menosprecian llamándolas ?de relleno?.

Algunos sociólogos dicen que nuestro país va atrasado cien años en modernidad y desarrollo; ojalá mejoremos en el renglón de educación, porque es nuestro pase para la mejor calidad de vida. La factura se la quieren pasar a usted. ydarwich@ual.mx

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