?En la historia de la humanidad ha habido grandes y famosas rebeliones: la bíblica de Lucifer, la Revolución Francesa, la Rusa, pero en las últimas décadas se está dando una rebelión más sutil, pero no por ello menos eficaz: la rebelión de la mujer? dice Rosa María Santidrián, feminista que ha escrito ?Mujeres malas y malditas?.
Ciertamente que el tema del feminismo es discusión en el siglo XXI; si las hemos maltratado, menospreciado, relegado hasta llegar a considerarlas ?cosa?, ahora resurgen con renovado vigor ocupando el lugar merecido; aunque algunas muy dañadas y confundidas pretendan aprovechar el impulso y arrastrar a las demás en su revanchismo distorsionado, buscando prescindir del hombre como compañero.
La vida no empezó así; en el inicio, la mujer fue reconocida como ?madre naturaleza? y ocupó un lugar preponderante en los primeros clanes y familias; ¿y por qué no?, ¿acaso no era ella la responsable de gestar a los hijos? Evidencias las tenemos en múltiples figurillas, ?madonas de la prehistoria?, con cuerpos en fases finales de embarazo; la más famosa: la Venus de Willendorf, encontrada en Europa.
En algún momento de la historia, las desplazamos los varones; con las primeras ciudades apareció el concepto de propiedad privada, luego la diversificación del trabajo y de forma natural la dedicación de la mujer al cuidado del hogar con sus posesiones y la crianza de los hijos. Otros hablan del celo masculino por el reconocimiento a lo femenino como superior y narran mitologías de los primeros pueblos; de ?Adobe?, diosa principal, que fue desplazada, poco a poco, hasta ser eliminada de la lista divina.
Ya entre los babilonios, el papel de la mujer era menos preponderante; únicamente acompañante, procreadora y administradora del hogar. Fueron los nómadas judíos quienes terminaron por degradarla, hasta verla como un poco más que animal irracional. Recuerde que en el Génesis, Eva sucumbió ante el mal y sedujo al compañero.
Entonces aparecieron usos y costumbres sociales que imperaron por siglos; si una mujer era estéril, tenía la responsabilidad de buscarle alguna esclava al marido para que le diera primogénito y descendencia ?historia de Abraham, Sara y Agar-; Lot, ofreció a sus dos hijas doncellas para evitar, en Sodoma y Gomorra, el abuso sexual planeado contra los ángeles; los celos insuficientemente fundados eran causa de repudio y el adulterio se castigaba con lapidación.
Los griegos les ratificaron no tener derechos y ser dependientes de los varones: ?Contamos con hetairas ?prostitutas? para gozar, esclavas para el cuidado de nuestro cuerpo y esposas para tener hijos y un custodio fiel de la casa?. Los romanos les permitieron pequeñas libertades, como salir del hogar, hacer visitas a amistades y asistir a fiestas; también tuvieron acceso a la educación y cayeron en frivolidades sociales.
En la Edad Media, con los compañeros en guerras santas o estudiando en monasterios, les llegó la oportunidad de ejercer autoridad en el hogar y con los hijos; viviendo en esclavitud al servicio de familias, ?plebeyas y pobres? o como cortesanas, ?princesas y damas de la corte? material dispuesto para matrimonios ventajosos, incremento de poder y/o fortuna. También les agregó la culpabilidad del adulterio y hechicería, enviándolas a la hoguera por brujas, ateas, apostatas o seguidoras de Satanás.
Si en el XVII y XVIII pudieron avanzar con las ideas liberales y sobre todo, por las revoluciones sociales, sobresaliendo la francesa, perdieron su oportunidad al caer en seducción, en las asociaciones y clubes de artes a los que acudían, finalmente prohibidos a instancias de Robespierre.
Desde mediados del siglo XIX, la mujer recibió la oportunidad de reintegrarse a la vida productiva y social gracias al fenómeno de la industrialización; en el XX, con las guerras mundiales, su participación en la productividad le abrió paso, incluyendo el reconocimiento de sus derechos civiles anteriormente negados. ¡Ya podían votar democráticamente y defenderse en casos de divorcio!
En el siglo XX, aparecieron movimientos sorprendentes: los años veinte de la libertad social; los cincuenta con plena participación en la vida cultural, incluido el ingreso a la universidad; los sesenta de protestas y reconocimientos a las minorías y los ochenta de liberación. Desde los noventa hasta ahora, compite con el hombre en todos los espacios profesionales y culturales.
Buena la igualdad de géneros; malo cuando algunas de ellas, afortunadamente las menos, pero más anárquicas, tal vez por el daño irreversible en sus personalidades, usan el feminismo como arma contra el hombre, concepto de familia, reproducción y sexualidad.
Festejémoslas en su día y apoyémoslas siempre; continuemos abonando a la deuda de igualdad de géneros parafraseando al poeta: ?Juntos somos uno y mucho más que dos?; sobre todo, que ambos sexos rescatemos el más puro concepto del origen y razón de vivir: el amor en todas sus expresiones.
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