Algunos pequeños ayudan a sus padres en el trabajo, como en las obras de construcción; ahí van aprendiendo a tener un oficio. La Dirección del Trabajo y Previsión Social no cuentan con una estadística de cuántos niños trabajan de manera informal en las calles.
Saraí es un ejemplo de los pequeños que no han podido disfrutar a plenitud su infancia
El Siglo de Durango
Saraí Noemí Rosales Coronado tiene 11 años de edad, es estudiante y trabaja de forma informal en un tianguis que se instala en la colonia División del Norte de esta ciudad; la pequeña vende productos de plástico para llevar de comer a sus padres, abuelos y sus cuatro hermanos. Como ella, son muchos los niños que trabajan y estudian de manera irregular en las calles para ayudar en la economía de su hogar.
La pequeña, que en su físico denota una edad de ocho a nueve años, en su rostro tiene ojeras y muestra cansancio; su cuerpo es delgado y frágil, y su cabello está desalineado y quebrantado, debido tal vez a la mala alimentación que lleva.
Ella vive con sus abuelos paternos, sus padres y cuatro hermanos, en la colonia División del Norte, y comenta que su abuelo es pensionado y aporta algo de dinero a la casa, mientras su padre no trabaja y su madre labora en una maquiladora toda la noche, por lo que es poco el tiempo que le dedican a sus hijos.
La niña perdió un año escolar porque le ayudaba a su madre en el cuidado de su hermanita más pequeña que se llama Flor, quien cuenta con cuatro años de edad, por lo que ahora cursa el cuarto año en el turno vespertino de la escuela México Independiente de la colonia González Avelar.
La niña demuestra descuido en su aseo y en su ropa pues no cuenta con muchas prendas para vestir y a su edad por andar jugando se ensucia rápido y no tiene con qué cambiarse. En una ocasión, comentan sus maestros, Saraí no pudo asistir a la escuela porque no tenía zapatos.
La pequeña relata que diariamente le ayuda a su madre a cuidar a su hermana pequeña, además de que contribuye en las labores de su casa, como lavar trastes, hacer de comer y limpiar, y después se va a la escuela por lo que a veces no le alcanza para hacer sus tareas.
Éstas son algunas dificultades con las que tiene que vivir a diario Saraí Noemí, quien dice que le gusta jugar al voleibol con sus amigas en la escuela, por lo que uno de sus deseos es tener un balón para practicar este deporte.
Nunca ha tenido juguetes, ni ella ni sus hermanos, solamente su hermana Flor, que posee una muñeca que le regaló su madrina, pero ella no recuerda haber tenido alguna en su vida.
Describe que el trabajo en el tianguis (que es de cuatro días a la semana) la distrae para hacer sus tareas, por lo que en varias ocasiones su maestro Gerardo Torres le ha llamado la atención.
Sus calificaciones no son muy buenas por lo que el maestro, sin conocer la situación de Saraí, mandó llamar a su madre para ver cuáles eran los problemas que arrastraba la pequeña.
A raíz de esta situación, señala que se ha trabajado bien y que salvará el ciclo escolar aunque le falta en la comprensión de la lectura, por lo que el profesor ha mostrado flexibilidad con la pequeña, y afirma que es buena para las Ciencias Naturales.
Aún no sabe a qué se dedicará cuando sea adulta, pero en un ejercicio realizado en el salón de clases manifestó que quería estudiar en la Universidad Juárez, para ser licenciada en Derecho, pero aún ignora si logrará este sueño.
Cuenta con buenas amigas, ya que saben que Saraí es de escasos recursos económicos, por lo que en algunas ocasiones sus compañeras le compran dulces o le convidan de lo que ellas consumen en la escuela.
Tiene casi todos sus útiles escolares, lo más indispensable, como sus cuadernos, lápices y sacapuntas; y por lo regular siempre se le pierde la goma; no tiene estuche de geometría, ni colores, ni diccionario por lo que sus compañeros se los prestan.
Casi no ve a su madre, pero dice que nunca está enojada, sólo cansada y duerme durante el día y se levanta y hace de comer para después irse a su trabajo en la maquiladora y llegar hasta el día siguiente.
Saraí come antes de salir de su casa; su abuelito hace la cena para todos en la noche, y prepara salchichas con chile o carne, aunque su platillo favorito es el arroz y, como a toda niña, le gustan todos los postres.
El director del plantel escolar, José Pedro Tuero Sosa, asegura que es una niña dedicada y tranquila por lo que su trabajo y los problemas económicos afectan su nivel estudiantil, y añade que la pequeña tiene capacidad para terminar sus estudios pero debido a su situación duda que esto se pueda lograr.
El futuro de Saraí depende del esfuerzo que ella haga para seguir asistiendo a clases y del apoyo que pueda obtener a través de una beca o programa que le ayude para que no siga trabajando.
SITUACIÓN EN LAS ESCUELAS
Desafortunadamente, como Saraí hay muchos casos; sin embargo, no se tiene una estadística confiable de cuántos niños pueden estar desempeñando un empleo informal para ayudar a sus padres. No obstante, para quienes estudian en algunas ocasiones los maestros pueden motivarlos para que no dejen la escuela y continúen en la escuela hasta terminar.
Los niños que trabajan y estudian a la vez tienen deficiencias de atención por parte de sus padres, por lo que es necesaria la intervención de las autoridades del plantel para trabajar con mayor esfuerzo con este tipo de alumnos.
El profesor de Saraí asevera que después de que se platicó con su madre ella puso empeño en sus tareas y trata de entregarlas todas, aun cuando le cueste trabajo realizarlas cuando va a trabajar.
NIÑOS QUE TRABAJAN FORMALMENTE
Actualmente, la Dirección Estatal de Trabajo y Previsión Social ha recibido en lo que va del año 141 solicitudes de empleo de adolescentes mayores de 14 años que trabajan en un establecimiento, en su gran mayoría “cerillitos” que trabajan en las grandes cadenas de supermercados.
Ana Margarita Villalobos, titular de esta dependencia, informó que no se tiene una cifra, por lo menos en esta dependencia, de cuántos niños se pueden encontrar en las calles realizando alguna actividad comercial para ayudar a sus padres; sin embargo, para que ellos trabajen en un establecimiento deben presentar una solicitud.
El año pasado, de junio a diciembre se presentaron 266 solicitudes de empleo, de las cuales 206 fueron llevadas por hombres y 60 de mujeres.
La coordinadora del programa para proteger a las mujeres y los niños en el ámbito laboral de la misma Dirección, Sandra Quiñones, señaló que los niños deben acudir con sus padres para realizarles una entrevista y ver por qué quieren trabajar.
La edad en la que están autorizados a trabajar –dijo- es de 14 a 16 años; no deben laborar más de seis horas; no deben realizar actividades en establecimientos donde se vendan bebidas embriagantes, a altas horas de la noche. Además, no debe ser un empleo muy pesado.
En lo que se refiere a niños que trabajan en la vía pública, es competencia del DIF retirarlos de la calle con los diferentes programas que tienen y generalmente se trata de menores que laboran vendiendo chicles, periódico, limpiando parabrisas y ayudando a sus padres en la construcción.
Finalmente, Ana Margarita Villalobos hizo un exhorto para que los comerciantes que tengan niños trabajando regularicen a los menores para que tengan el permiso por parte de la dependencia estatal, a fin de que no sean objeto de sanciones por parte de los inspectores del Trabajo.
Trabajo
Las condiciones en que debe trabajar un menor son las siguientes:
-No deben trabajar más de seis horas.
-No deben laborar en establecimientos de bebidas embriagantes.
-No trabajar a altas horas de la noche.
-El empleo no debe ser muy pesado.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Durango.
NUMERALIA
141
niños
presentaron su solicitud para trabajar en este año
266
menores
presentaron su solicitud para laborar el año pasado