El primero de septiembre de 2006, por primera vez en la historia parlamentaria de México, no le fue permitido al jefe Ejecutivo rendir su Informe de Gobierno. En la imagen Vicente Fox, entregaba a diputados su VI Informe de Gobierno en el vestíbulo del Congreso de la Unión. (Archivo)
En casi dos décadas, el formato del Informe, que es del siglo 19, operó como una trampa en la que año tras año cayó el presidente en turno, así como las oposiciones.
Una guerra que puede cumplir 20 años este primero de septiembre, empezó con unos puñetazos de priistas ofendidos por las 13 interrupciones del entonces Frente Democrático Nacional a Miguel de la Madrid, quien leía su último Informe envuelto en un ritual propio de los dioses.
Había un reclamo al presidente por el fraude electoral de ese año, 1988 y no hubo respuesta, pues se carecía, al igual que hoy, de un mecanismo de rendición directa de cuentas del Ejecutivo al Legislativo.
En casi dos décadas, el formato del Informe, que es del siglo 19, operó como una trampa en la que año tras año cayeron el presidente en turno, así como las oposiciones.
“Hemos construido muchos muros”, diría Vicente Fox en el año 2005, en el último mensaje que pudo dirigir desde la tribuna del Congreso. Al año siguiente no pasó del vestíbulo.
Sólo Ernesto Zedillo, logró una vez impedir las interpelaciones. Su estrategia: dirigir el mensaje breve y omitir palabras que al oírlas los opositores desplegarían cartulinas y mantas y desatarían silbatinas y protestas.
Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox Quesada, sometieron su presencia en la ceremonia más relevante del calendario político a una regla anacrónica que, dicen especialistas en derecho parlamentario, obstruye la facultad del poder Legislativo de ejercer control sobre el Ejecutivo. El beneficio general que supone una democracia eficaz, posible con un programa completo de rendición de cuentas, quedó sepultado bajo escándalos, tomas de tribuna, grescas: el código del caos que aún perdura.
Los relámpagos de agosto tensan el ambiente previo al primer Informe de Calderón, heredero no de un “blindaje”, sino de una camisa de fuerza confeccionada en 1994 por el PRI de mayoría absoluta: “No procederán intervenciones o interrupciones por parte de legisladores hacia el jefe del Ejecutivo”, dispone la Ley del Congreso.
Entre 2000 y 2005 tuvieron pase directo a la “congeladora” de los diputados, 23 iniciativas con diseños diversos de formatos para el Informe. En la mayoría de ellos, presidente y legisladores se ven y se oyen.
Cecilia Mora-Donatto, especialista en derecho parlamentario del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, expone: “A mi juicio, desde una perspectiva más democrática, el Informe de Gobierno debe propiciar un diálogo serio y riguroso entre el Congreso y jefe del Ejecutivo”.
En un ensayo indica que con cortesía y respeto al protocolo que una ceremonia de este tipo impone, las partes “pueden confrontar sus posturas e ideas sobre política nacional e internacional e incluso aspectos cotidianos que los ciudadanos quieren y deben saber”.
Es de recordarse que los Informes de Carlos Salinas tuvieron como marco una crisis política, rigores del ajuste económico del neoliberalismo, demandas de las minorías al uso del poder de la mayoría absoluta.
Desde entonces, como previsión logística, la Presidencia de la República montó una sala de televisión lista para producir y transmitir, en vez de Informe, un mensaje a la nación desde Los Pinos, en un escenario extremo, como el que se presentó en el año 2006. Lejos de abrir el formato, se incluyó una ronda de discursos previo al arribo del presidente al Congreso. Pero ello no impidió las interpelaciones, como una de Porfirio Muñoz Ledo (PRD), misma que María de los Ángeles Moreno (PRI) bloqueó al decir: “Las interpelaciones se dan entre pares y éste no es el caso”.
Con Ernesto Zedillo la Oposición representaba 20% y tenía una agenda política y económica sin respuestas en el discurso oficial.
El último presidente priista desmanteló los aspectos de corte monárquico como el paseo triunfal, vallas multitudinarias, “besamanos”. Pero, como en los viejos tiempos, mantuvo el control del recinto legislativo.
En 1997, la Legislatura 57 se formó sin mayoría absoluta, por primera vez en 19 periodos presidenciales, desde Venustiano Carranza.
Un frente opositor puso al Gobierno y al PRI contra la pared, pero no logró cambiar el formato. Pero el presidente escuchó la respuesta a su Informe de un Muñoz Ledo (PRD), que cinco años después reviraba al poder: Cierto, no eran pares, porque “Todos juntos somos más que vos”.
En el periodo de Vicente Fox, el PRI interpeló y reprochó. Diseñó ocho formatos de Informe que antaño ninguneó y el PRD preparó nueve, pero nadie los impulsó.
El investigador Edgar Ortega González, afirma en un estudio: “Es posible lograr una reforma del formato del Informe presidencial. Ello representaría el inicio de una nueva era de convivencia entre poderes de la Unión”.
Para su sexto Informe, Fox levantó el último muro a la política, con estructuras metálicas y un operativo militar en torno del Congreso, en el que lo esperaban no cuatro opositores, sino 153 integrantes de la segunda fuerza política, con el mismo reclamo de 19 años antes: fraude electoral.
La guerra que podría cumplir 20 años, no ha sido desactivada. El experto Edgar Ortega González considera como “una labor ardua” el construir un auténtico sistema de pesos y contrapesos, que cancele la era de la interpelación inútil.