El creciente número de 'refugiados de cibercafés' como se les conoce, ha generado preocupación al Ministerio de Salud de Japón. (Archivo)
Los clientes pagan 82 centavos de dólar por hora para ocupar un pequeño cubículo; rentar un departamento cuesta 825 dólares al mes.
Casi a la medianoche, un joven que se identifica solamente como Ryo se deja caer en una silla para pasar la noche, provisto de una lata de té y un paquete de cigarrillos, en espera de la mañana para ir a trabajar en una construcción.
Esta noche la silla será su cama y este pequeño cubículo en un cibercafé, con televisión y el monitor de la computadora como luz, su único hogar.
Ryo, quien no quiere dar a conocer su verdadera identidad, forma parte de lo que los expertos consideran como un nuevo estrato social en Japón: jóvenes pobres que viven en los cibercafés de 24 horas.
Aunque no hay cifras confiables, los expertos dicen que un creciente número de jóvenes duermen en establecimientos como Ichigo, donde Ryo, de 30 años, pasa cinco noches a la semana. Los fines de semana visita a un amigo.
El creciente número de “refugiados de cibercafés”, como se les conoce, ha generado tanta preocupación que el Ministerio de Salud planea realizar un estudio en los un mil 300 establecimientos de ese tipo a nivel nacional.
El año pasado, 13 personas se contagiaron de tuberculosos en un café de Internet al oeste de Tokio, en lo que funcionarios de salud consideran como un efecto de la población de personas sin hogar en esos establecimientos, dijo Tomohiro Uchino, del Departamento de Bienestar Social del ministerio.
“Este fenómeno provoca algunas preocupaciones en materia de salud, trabajo y bienestar social. El problema es que no tenemos una noción adecuada sobre cuántas personas se encuentran en los cafés de Internet, cómo llegaron a ellos, o de qué forma puede intervenir el Gobierno”, dijo.
Detrás del creciente número de “refugiados” se encuentra el alza en la población de jóvenes que toman trabajos temporales, pasando de uno a otro.
Se considera que serían más de dos millones en total, un producto de la crisis económica que afectó a Japón hace una década, así como de un cambio en los valores éticos de una generación menos dispuesta a aceptar la ética de trabajo de sus padres y abuelos.
Ryo indicó que parte de las razones por las cuales no tiene hogar fue su interés desmesurado en la música de reggae. Durante su segunda década de vida organizó eventos dedicados a ella con sus amigos e incluso viajó a Los Ángeles para estudiar con músicos locales. Pero luego se quedó sin sus ahorros.
En una ciudad donde un departamento pequeño cuesta muy pocas veces menos de 825 dólares de renta mensual, los cibercafés se han convertido en una opción atractiva para personas como Ryo.
En Ichigo, los clientes pagan 100 yenes (82 centavos de dólar) por hora para ocupar un pequeño cubículo, equipado con una silla reclinable, computadora y televisión. Muchos cibercafés ofrecen reposición de bebidas gaseosas y otros tienen incluso duchas. Pero el aire está saturado de humo de cigarrillos y el sonido constante de las computadoras, televisores y ventiladores.
Los refugiados urbanos son las versiones modernas de los trabajadores jornaleros de Osaka y otras ciudades japonesas que impulsaron el crecimiento económico de la década de 1960, una subclase recluida en hoteles baratos que se concentraban en distintos lugares en busca de trabajo en construcciones.
EMPLEO EVENTUAL
Algunos habitantes de los cibercafés también buscan trabajo diariamente, aunque con la tecnología más moderna. Muchos dependen de sus teléfonos celulares para encontrar empleo, dijo Makoto Yuasa, quien dirige un centro de ayuda para las personas sin hogar en Tokio.
Ese tipo de empleos no requiere que los trabajadores tengan una dirección fija, dijo Yuasa, pero su misma naturaleza eventual implica que reciban salarios mínimos, no tengan capacitación ni seguridad social u otros beneficios.
“Con algunas agencias de empleo, uno recibe un telefonema o un correo electrónico que les dice dónde presentarse al día siguiente. Muchos trabajos son de limpieza o en fábricas, sin futuro”, dijo Yuasa.
Una encuesta del Gobierno dada a conocer a principios de año encontró que hay unas 18 mil 500 personas sin hogar en Japón, la mayoría mayores de 40 años. Ello representa una baja de 27 por ciento respecto a los resultados de otra investigación realizada cuatro años antes. Pero los refugiados en los cibercafés señalan la existencia de formas de desempleo ocultas, especialmente entre personas más jóvenes, dijo Yuasa.
Los jóvenes sin hogar también se concentran en saunas que dan servicio toda la noche y en los albergues tradicionales, donde las personas mayores sin hogar que pueden costearse alojamiento son más comunes.
Asimismo, muchas veces se puede ver a jóvenes dormitando en los 900 restaurantes de la cadena McDonald’s que dan servicio las 24 horas del día, de acuerdo con los medios, que los han llamado “McRefugiados”.
“No consideramos que sea un problema grande ahora. Nuestro personal patrulla las tiendas por la noche y cierra las secciones no necesitadas y a las personas que parecen usar nuestras tiendas para dormir muchas veces se les pide que se vayan”, dijo Kazuyuki Hagiwara, vocero de la empresa McDonald’s Holdings Company en Japón.