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DVR y urgencias

Javier Fuentes de la Peña

Pasan los años y nada pasa con el Distribuidor Vial Revolución. Múltiples han sido los estudios técnicos que demuestran las deficiencias estructurales de tal vialidad, la cual constituyó, durante un tiempo, el máximo orgullo del ex gobernador Enrique Martínez y más tarde, su máximo dolor de cabeza.

Algunos reclaman su demolición. Otros son más realistas y piden que se corrijan los tramos en donde existe mayor problema y sobre todo, mayor peligro. Lo cierto es que antes de tomar cualquier decisión deben realizarse estudios exhaustivos para determinar cuál es la mejor opción para reparar esta problemática construcción.

Seguramente, Enrique Martínez vio en el Distribuidor Vial Revolución la herramienta perfecta para impresionar a los laguneros. El proyecto fue, además de muy costoso, muy vistoso y eso muchas veces buscan los malos gobernantes. Quizá pensó que hacer esta obra podría convertirlo en un gobernante preocupado en la modernidad de las ciudades, pero no lo logró.

Aunque el DVR está muy bonito, sus intrincados carriles son un símbolo de lo problemática que ha resultado tal construcción. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se formaba una larga fila para acceder a la vialidad debido a que un carril peligroso estaba clausurado para evitar que un automóvil volara desde las alturas. Era paradójico que una obra destinada a agilizar el flujo vehicular estuviera causando más embotellamientos.

Hay muchos laguneros que al utilizar el DVR, se ven poseídos por el pánico. Por sus frentes resbala un frío sudor. Sus cuerpos no dejan de temblar y sólo hasta que descienden de esta vialidad, recobran el color.

Seguramente el gobernador quiso que esta obra fuera un símbolo de su Administración, y no cabe duda que lo logró. Pero el Distribuidor Vial de Torreón de ninguna manera simboliza la modernidad, ni mucho menos el desarrollo. Antes de ello, debe ser considerado como un monumento a la ineficiencia gubernamental. Desde su construcción, múltiples problemas han surgido reflejados ahora en las fallas estructurales, y en las personas que han perdido la vida al salir disparados desde lo más alto del puente. Durante la Administración pasada, la sordera gubernamental fue mayúscula. Frente a cada voz que aseguraba que el distribuidor presentaba fallas enormes en la construcción, surgía una voz oficial asegurando que la obra había sido construida a prueba de peritajes.

Esa fue la historia de la Administración de Enrique Martínez. Una voz ciudadana denunciaba el aumento de la inseguridad pública y surgía entonces la voz del procurador para decir que Coahuila es el estado fronterizo más seguro. Cuando otra voz reclamaba el bajo aprovechamiento escolar, aparecía la Secretaría de Educación afirmando que los datos eran incorrectos.

No cabe duda que el Distribuidor Vial se convirtió en un símbolo de la Administración de Enrique Martínez. Cada vez que lo veo, recuerdo los tiempos en que la sordera y la negligencia gubernamental eran cosa de todos los días.

Ante esta situación, mucho tendrá que hacer el Gobierno de Humberto Moreira para no sólo remediar los desperfectos de la vialidad, sino también para castigar a los responsables de dicho proyecto y a quienes realizaron la construcción más costosa y no sólo económicamente, sino por que también en ella han perdido la vida ciudadanos de La Laguna.

javier_fuentes@hotmail.com

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