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Ecos de un Concierto

S. Beckmesser

Con motivo de la Semana Santa, la Camerata de Coahuila siempre ha presentado programas con un contenido relacionado a esta importante celebración cristiana. Para este año se tocaron dos obras de Joseph Haydn (1732-1809), la Sinfonía en fa menor Hob I:49 “La Pasión” y Las Siete Últimas Palabras de Nuestro Redentor en la Cruz, Hob XX:1A que están ligadas con esa festividad.

Hasta cierto punto la sinfonía lo hace de manera indirecta pues aunque su nombre la liga directamente con la Pascua y muchos musicólogos afirman que fue destinada para ser interpretada dentro de una iglesia el Viernes Santo, no existe ninguna evidencia que afirme o descarte esta teoría. Lo que sí es un hecho es que se trata de una partitura de transición, pues combina una Sonata de Chiesa —una forma musical que para la fecha de su composición ya estaba pasada de moda— con la corriente literaria del Sturm und Drang (Tormenta y Tensión) que fue una temprana manifestación del romanticismo que dominaría a la cultura de Europa en el siguiente siglo. Esta sinfonía escrita en 1768 posee un gran dramatismo y fue magníficamente interpretada por la orquesta, la cual tocó con gran precisión y musicalidad su partitura.

Las Siete Últimas Palabras de Nuestro Redentor en la Cruz, es, por otro lado, una partitura que fue específicamente destinada para ser ejecutada en una ceremonia en la que se combinaba la música con una predicación durante las celebraciones del Viernes Santo. Su estreno se realizó en Cádiz en 1785, y su primer interpretación en Viena se llevó a cabo hace casi exactamente 220 años, el 26 de marzo de 1786. Haydn se sintió justamente orgulloso de esta obra, pues en sus propias palabras logró “poner uno tras otro siete adagios, cada uno de los cuales tenía que durar unos diez minutos, sin cansar al oyente”. Las Siete Últimas Palabras deben haber sido muy exitosas, pues Haydn la transcribió en 1787 para cuarteto de cuerdas, y en 1796, para coro y orquesta. Por otro lado, en 1787 se hizo una adaptación para piano, que aunque no fue realizada por el gran compositor austriaco, contó con su absoluta aprobación.

El pasado viernes, escuchamos una interpretación que bajo mi punto de vista se acerca mucho tanto a la visión de Haydn, como a la de su comendatario, el canónigo de la Catedral de Cádiz, José Sáenz de Santamaría, marqués de Valdeiñigo, pues no sólo escuchamos la versión orquestal, sino que ésta estuvo acompañada de una excelente predicación por parte del padre Enrique Ponce de León, S.J. de cada una de las siete frases –más que palabras– que los Evangelios ponen en boca de Cristo durante su agonía en la Cruz.

El efecto que tuvo esta obra en todos los que asistimos al concierto fue enorme. No sé hasta qué punto fuimos conmovidos por la genial música de Haydn, por la extraordinaria interpretación de la orquesta bajo la dirección del maestro Shade o por la meditación del sacerdote, pero el hecho es que fue una experiencia inolvidable que sin lugar a dudas ayudó a prepararnos para las festividades de la Semana Santa.

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