El pasado viernes diez de agosto, la Camerata de Coahuila bajo la dirección del maestro Ramón Shade dio inicio a su segunda temporada de este año con un programa conformado exclusivamente con partituras del gran compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1857).
El concierto inició con la Marcha de la música incidental para las Ruinas de Atenas Op. 113, la cual fue compuesta durante el verano de 1811, esta jovial marcha fue utilizada en nuestro país como tema para un famoso programa infantil de la década de 1970 y aunque es una obra que pudiese ser calificada como menor dentro del contexto de la producción beethoveniana, su alegría y uso de instrumentos “turcos” la han hecho inmensamente popular desde su estreno.
El Concierto para Piano No. 1 en Do mayor Op. 15 fue escrito en dos etapas, la primera a mediados de la década de 1790 y la otra a principios de 1800. Muchos musicólogos afirman que con esta obra Beethoven hizo su debut en Viena, aunque es muy probable que haya sido con una versión muy diferente de la que ha llegado a nuestros días. En esta ocasión la parte solista fue asumida por Emilio Angulo, quien es uno de los más destacados pianistas nacidos en nuestro país. Angulo fue alumno de Bruno Seidlhofer, quien también fue maestro, entre otros, de Friedrich Gulda y Nelson Freire. La interpretación que realizaron los músicos de esta partitura fue excelente y aunque el pianista no logró cubrir bajo un punto de vista técnico nuestras altas expectativas, su musicalidad compensó con creces cualquier objeción que pudiera hacerse a su ejecución. El público estuvo muy satisfecho con la labor realizada por los músicos, por lo que brindaron un caluroso aplauso, el cual motivó a Angulo a tocar como encore el segundo movimiento de la Sonata en Fa mayor K. 332 de Wolfgang Amadeus Mozart. Cabe mencionar que esta última fue bella e impecablemente interpretada por el músico.
Después del intermedio la Camerata de Coahuila tocó la Sinfonía No. 2 en Re mayor Op. 36, escrita en 1802, el mismo año del Testamento de Heiligenstadt en el que Beethoven plasmó su desesperación ante su creciente sordera, esta obra podría ser considerada como la culminación del lenguaje sinfónico a la manera de Haydn y de Mozart. De hecho su orquestación requiere, con excepción del uso de clarinetes, de los mismos instrumentos de la mayoría de las sinfonías de Haydn y de Mozart. Sin embargo, y a pesar de todas las similitudes que el público contemporáneo pueda encontrar, se trata de una obra que fue innovadora para su época y que fue calificada por un crítico después de su estreno en Leipzig en 1804, como una “obra colosal, única, con una profundidad, poder y erudición artística, que pocas obras alcanzan, más difícil de interpretar que cualquier otra sinfonía conocida, que requiere ser oída una y otra vez antes de que el escucha sea capaz de seguir en cada punto los detalles en su totalidad, y la totalidad en detalle, por no decir nada del hecho de que cada escucha deberá hacer un esfuerzo para acostumbrarse a cosas completamente extraordinarias pues casi todo en esta sinfonía lo es”. Evidentemente su impacto no es tan grande hoy en día, sobre todo si se le pone en contexto de las sinfonías tercera, quinta y novena del mismo Beethoven, pero es indudable que es una obra maestra.
La Camerata de Coahuila bajo la batuta de Ramón Shade tocó espléndidamente estas partituras dando inicio de esta manera a una temporada que promete ser extraordinaria. El público aplaudió intensamente al terminar el concierto, por lo que se tocó a manera de encore la Marcha de las ruinas de Atenas.
GLOSARIO MUSICAL:
K.: Abreviatura de Koechel, al que le sigue un número del catálogo que Ludwig von Köchel (1800-1877) compiló de las obras de Mozart, el cual las ordena en forma cronológica.
Op.: Abreviatura de la palabra latina opus (obra). El número indica la ubicación cronológica de la partitura con respecto a la producción de un autor.