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Ecos del Informe| Archivo adjunto

Luis F. Salazar Woolfolk

En su campaña como candidato a la Presidencia de la República, Manuel Clouthier expresó en alguno de sus discursos: “México va a cambiar con nosotros (los mexicanos de aquel momento y circunstancia) sin nosotros y a pesar de nosotros…”.

La certeza de la frase se comprueba en la multitud de cambios que han operado desde hace diecinueve años en que tales palabras fueron pronunciadas; se confirma día a día en la vida del país y de manera especial, quedó de manifiesto el pasado primero de septiembre en ocasión del Primer Informe de Gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Ante la parálisis de una clase política que ha sido incapaz de alcanzar los acuerdos que nos permitan reformar la estructura constitucional y legal del Estado, a la medida de las necesidades del México contemporáneo, la realidad se impone. De acuerdo a esa realidad, las estructuras vigentes ya caducas, adquieren una nueva funcionalidad debido al peso de la realidad, que al menos en el caso del Informe cuyo comentario nos ocupa, situó al evento en un nivel decoroso.

En efecto, se ha comentado hasta la saciedad que el formato del Informe del Poder Ejecutivo diseñado en los tiempos de la Presidencia Imperial y del Partido de Estado, no responde a la realidad actual, como ha quedado de manifiesto en los últimos años, en los que la ceremonia respectiva sólo servía de marco al escándalo y a la confrontación estéril.

La ceremonia del pasado primero de septiembre fue diferente a todas las que se tenga memoria y si bien persiste en el Partido de la Revolución Democrática la impugnación de la legitimidad tanto del Presidente de la República en funciones como de la elección de la que emana su mandato, los propios perredistas pusieron un paréntesis al escándalo, limitándose a abandonar el salón de sesiones, presionados por una sociedad que en significativa proporción repudia su visión de las cosas, así como su postura y estilo.

El hecho de que los perredistas reconozcan o desconozcan en forma intermitente y a conveniencia la legitimidad del Presidente de la República, priva de toda seguridad al diálogo entre Poderes y fracciones parlamentarias y por tanto, hace imposible el impulso a cualquier reforma estructural. En realidad esta actitud es un truco del PRD para permanecer en rebeldía, y al tiempo que sus cuadros disfrutan de nóminas, posiciones y privilegios, se deslindan de todo esfuerzo y responsabilidad por alcanzar los acuerdos parlamentarios que se requieren para que las cosas mejoren en nuestro país.

Qué diferente habría sido si nuestros legisladores, en lugar de que el tiempo y la realidad los alcanzaran, hubieran generado un nuevo diseño de Informe presidencial en un formato de diálogo directo en el que el Presidente de la República y los Diputados interactuaran, a la medida de lo que previamente había propuesto la Oposición perredista y que el Presidente Calderón aceptó en los términos de una iniciativa de ley formalmente planteada con oportuna anticipación.

Llevado este esquema al plano de lo general, qué diferentes serían las cosas en México si en lugar de asumir posturas de conveniencia radicales o ambiguas, la totalidad de las fracciones parlamentarias buscaran la coincidencia en un juego de propuesta y debate con el fin de trascender la miope visión de corto plazo que se solaza en sostener pequeñas y mezquinas batallas que erosionan nuestra vida pública y posponen el crecimiento.

De no rectificarse estas actitudes, corremos el riesgo de repetir cada año el diseño de una Ley de Ingresos y un Presupuesto de Egresos, que más se asemejan al reparto de un botín entre corsarios, que al resultado de una planeación inteligente utilizada como motor del desarrollo nacional, de la productividad y del bienestar.

Es necesario pactar respecto a un proyecto de país que funcione, con independencia de las veleidades temporales de la alternancia en el ejercicio en el poder en los tres niveles de

Gobierno. Una estructura constitucional renovada en materia política, energética, laboral, fiscal, etcétera, funcionaría cual cómodo riel conductor del tránsito para cualquier Gobierno en el futuro, sin importar su origen partidista.

Lo anterior parece un sueño así planteado, sin embargo, constituye una visión de la realidad que se impondrá acaso muy tarde y después de haber dejado pasar un sinnúmero de oportunidades, porque al fin y al cabo, México cambiará con nosotros, sin nosotros y a pesar de nosotros…

Correo electrónico:

lfsalazarw@prodigy.net.mx

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