Es cómico escuchar los discursos de los políticos. Unos prometen mayor abasto de agua. Otros aseguran que trabajarán duro para reducir el índice delictivo. Sin embargo, una de las promesas que más se ha repetido a lo largo de los años es la de incrementar el apoyo a la educación. Si esta promesa se hubiera cumplido, desde hace mucho tiempo hubiéramos dejado de ser un país en donde reina la corrupción, en donde se cometen tremendas injusticias sociales y en donde la pobreza es cada vez mayor.
Es interesante ver cómo el desarrollo de los países va de la mano con la calidad en los programas educativos. En Alemania, por ejemplo, los niños no sólo van a las escuelas a oír al maestro recitar las tablas de multiplicar una y otra vez, sino también a despertar su capacidad creativa, a alimentar su amor a la patria y sobre todo, a obtener las herramientas que les garanticen una vida mejor.
En México estamos muy atrasados en materia educativa. A pesar de que todos los presidentes y gobernadores nos dicen que ya hay menos analfabetismo y que la construcción de escuelas va en aumento, la realidad nos hace ver que nuestro sistema educativo se acerca más a la mediocridad que a la verdadera excelencia.
Existen muchas señales que pueden demostrar la baja calidad educativa en nuestro país. En primer lugar, el índice de pobreza crece día con día. Esto puede concebirse en países que invierten una gran cantidad económica al desarrollo educativo, pues donde hay una buena educación, no hay distinción de clases. En segundo lugar, si fuéramos un pueblo con un buen nivel de educación, no nos dejaríamos engañar por nuestros políticos quienes son capaces de inventar cualquier cosa con tal de permanecer en el poder. En tercer lugar, no habría un nivel de corrupción tan elevado. En nuestros días una persona honesta tiene que trabajar más de diez horas diarias para lograr que su familia lleve una vida digna, sin embargo, esto no sucede con muchos funcionarios, quienes en un sexenio aseguran una vida llena de lujos y derroches. Muchos de nuestros políticos estudiaron en grandes universidades del extranjero, sin embargo, ningún maestro fue capaz de enseñarles que la honestidad es una característica imprescindible en alguien que busca el bien común. Esta es también una deficiencia educativa.
Hace días leí que una buena escuela debe contar con varias características, como por ejemplo, que el director sea un líder que se esfuerce por mantener la unidad del trabajo escolar; que los maestros planeen su trabajo considerando cómo son y qué pueden hacer sus alumnos; que el ambiente sea agradable; que los alumnos dediquen tiempo a sus tareas y cuenten con material de apoyo para la enseñanza.
Es realmente preocupante que nuestras autoridades no sepan todavía cómo impulsar la educación. A pesar de mi inexperiencia, creo tener la clave para lograr un cambio en este rubro. Para elevar el nivel educativo en nuestro país, lo primero que se tiene que hacer es convencer a los funcionarios públicos de que el desarrollo de la nación debe estar muy por encima de sus propios intereses.
Si esto se logra en un futuro, el dinero que se invierte en la educación realmente encontraría su destino en unas aulas y no en el bolsillo de un político corrupto. Para tener un país educado, no es suficiente construir muchas aulas o poner una computadora en la escuela de un pueblo apartado. Para tener buenas escuelas es imprescindible tener maestros comprometidos con el desarrollo de sus alumnos, maestros que estén satisfechos con sus sueldos y que no crean que cumplen con su obligación por el simple hecho de acudir diariamente a un salón de clases.
Emmanuel Kant en una ocasión dijo: ?Tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él?. Si queremos que nuestro país sea grande, preocupémonos por exigir un sistema educativo que garantice la formación de hombres comprometidos con el desarrollo de su comunidad.
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