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Ejecuciones llenan panteones en Culiacán

El Universal

Tres de cada ocho personas que son enterradas en la capital de Sinaloa mueren por armas de fuego.

Si la muerte violenta ha escogido un lugar en el país para aferrar sus raíces, ése es Sinaloa. Durante tres décadas, ha permanecido en el primer lugar de ejecuciones en el país, con más de 7 mil personas ejecutadas en los últimos diez años, superando a los que murieron en el terremoto de 1985.

Considerado un puente estratégico para el paso de la droga y territorio donde nacieron los jefes de los principales cárteles del país, Sinaloa es uno de los estados que contribuye a que México ocupe el quinto lugar por asesinatos en el mundo, de acuerdo al último estudio de tendencias criminales mundiales, de la Oficina de Drogas y Crimen de la Organización de las Naciones Unidas. Tres de cada ocho muertos que son enterrados en Culiacán, la capital del estado mueren por balas, dice Fernando Espinosa, un trabajador que tiene 10 anos de registrar muertos en este municipio.

La muerte violenta ha trastocado tanto la piel de Sinaloa, que se representa por todos lados. En una ofrenda de Día de Muertos en la Universidad Autónoma de Sinaloa, se simuló a un encobijado, los cuerpos abandonados por los narcos. Al presunto, además de dos pistolas de plástico, tipo escuadra, se le colocó una cerveza y un plato con cocaína y marihuana.

Una artista local también tuvo la idea de utilizar cobijas y ropa de ejecutados en una instalación artística que fue concurrida en la capital del estado. El Servicio Médico Forense le había facilitado las prendas de las víctimas.

La muerte ha obligado a modificar los servicios de la ciudad.

El Semefo aumenta su personal

Años atrás, los peritos forenses podían revisar los cuerpos en las funerarias antes que fueran preparados para el sepelio. Ahora, el Servicio Médico Forense de Culiacán (Semefo), dobló su número de trabajadores y amplió sus instalaciones para recibir los siete cuerpos que ha veces llegan en un solo día. “Todos son por arma de fuego”, dice un perito que prefiere no dar su nombre.

El Semefo tuvo que ser ampliado, el personal es casi el triple de lo que era hace 15 años. Actualmente trabajan más de 100 personas, que se dividen el día en tres turnos hasta en los fines de semana.

Los que mueren son los jóvenes. Los que no, son asesinados por el trafico de droga, mueren en accidentes de tránsito o por sobredosis de droga. Las edades oscilan entre los 16 y los 30 años, una estadística que espanta a muchos. Por la violencia, el municipio de Culiacán podría ser la única Ciudad de México, donde pronto habrá el mismo numero de jóvenes que viejos, dice Espinosa.

Octubre pasado fue el mes más cruento en la historia criminal de Sinaloa. Se registraron 76 asesinatos según cifras de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE). En los 7 panteones públicos de Culiacán hay 27 mil 13 muertos. “Son los mismos panteones, nada más que tienen más cuerpos”, dice Gildardo Rubén Baez, encargado del área de panteones del Palacio Municipal de la capital sinaloense.

Pero el cupo de criptas se acaba más rápido de lo esperado. El panteón 21 de marzo -abierto en 1976 y el más ocupado con ocho mil 301- no tendrá espacio para tumbas en 10 años más.

Las mujeres, nuevas víctimas

Los cambios no paran ahí. En el estado hay dos agencias especializadas en homicidios dolosos, pero la muerte violenta volteó su mirada hacia las damas. Lo que a muchos hace pensar que las mujeres comenzaron a involucrarse más de lleno en el narcotráfico. “En los últimos tres años cinco fueron ejecutadas. La situación ha obligado a las autoridades de Sinaloa a crear, por presión de organizaciones feministas, una fiscalía de homicidios contra la mujer”, dijo José Luis González, de la PGJE.

Tanto tiempo ha acompañado la muerte violenta y el crimen a los sinaloenses, que lo ven como materia de estudio. Miguel Ángel Rodríguez, profesor del Instituto de Ciencias Penales del Gobierno del Estado, es uno de los expertos en conductas sociales desviadas por el crimen. Él explica que la muerte por el tráfico de drogas es justificada por los sinaloenses: “Te mueres por que tocaba morirte”, dice Rodríguez, explicando cómo la gente piensa que los muertos tienen culpabilidad de su muerte y asume un nivel de fatalismo sobre los muertos por los narcos.

Bajo esa lógica el pueblo no cuestiona ni se indigna cuando mueren policías, jueces, periodistas u otros miembros de la sociedad sinaloense. Durante el sexenio de Vicente Fox 113 elementos de Agencia Federal de Investigación, AFI, fueron asesinados en Sinaloa. Nadie tiene números de los policías municipales o preventivos que fueron asesinados. A nadie le importa, tampoco los ediles y regidores, políticos o académicos que mueren cada día, algunos porque se enfrentaron a los narcos y otros por ajustes de cuentas. Apenas la semana pasada fue encontrado el cuerpo del secretario académico de la UAS, José de Jesús López.

¿Qué hace que Sinaloa sea tan violenta? Gilberto López Alanís historiador y director del Archivo Histórico Sinaloense dice que la violencia en el estado es histórica, y siempre ha sido combativa.

“Su violencia se remonta al siglo pasado, antes que nacieran los principales capos del narco”, dice Alanís. En la época de la Colonia la región fue asolada y sufrió asesinatos masivos de indígenas y durante la Revolución Mexicana, Sinaloa fue cuna de generales valientes.

La conexión con la droga se remonta a la Segunda Guerra Mundial cuando en este estado se comenzó a producir heroína y marihuana. Después vino la era de los capos, que a principios de los setenta comenzaron a dominar. Los Quintero fueron los más conocidos. En 1976 cuando, gobernaba Alfonso G. Calderón, en su Informe de Gobierno se reconocía que Sinaloa era la principal productora de amapola y marihuana. En esos años se armaron los primeros operativos contra la droga. “La noche quedó atrás”, decía el gobernador Calderón en un Informe después de un operativo masivo.

Lo que él no sabía es que era el principio de la consolidación de los cárteles de la droga.

Los políticos de Sinaloa se rehúsan a asumir su culpa por el crecimiento del narco y el desbordamiento de la violencia.

“Nada más los quitas un rato y después retornan”, dice Antonio Penné, un funcionario del Gobierno local, explicando la impotencia de los gobiernos frente a los narcos.

“No es que los gobiernos locales aflojen, sino que están impedidos jurídicamente. Tenemos nuestra cuota de responsabilidad, pero no somos el único nivel de Gobierno”, añade quejándose que el tráfico de drogas también corresponde al Gobierno Federal y que la situación no está tan mal como los medios de comunicación la retratan.

No todos lo ven igual. “Para vivir aquí, tienes que pensar que no es contra ti”, dijo una ama de casa, quien cuenta que nadie en Sinaloa destapa una bolsa abandonada en la calle, el modus operandi del narco para tirar cadáveres.

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