El féretro con los restos mortales del sudcoreano ejecutado el pasado miércoles por los talibanes, Bae Hyung-Kyu, llegó ayer a Anyang, Corea del Sur. (EFE)
Los talibanes ejecutaron a uno de los 22 ciudadanos sudcoreanos secuestrados hace once días en el este de Afganistán ante el “fracaso” de las negociaciones con el Gobierno, según informó un portavoz de los insurgentes.
Se trata del segundo rehén asesinado por los secuestradores, que el pasado miércoles acabaron con la vida del pastor Bae Hyung-Kyu, de 42 años y líder del grupo de sudcoreanos, entre los que hay 18 mujeres.
El portavoz talibán Mohammed Yousef Ahmadi aseguró por teléfono que los secuestradores mataron a uno de los hombres del grupo identificado como Sung Sin. “El rehén ha sido ejecutado en la capital de la provincia de Ghazni, en el área de Char Dewal y su cuerpo se encuentra allí”, aseguró el portavoz talibán.
El portavoz afgano afirmó que la razón de su ejecución ha sido el “fracaso” de la negociación con el Gobierno, al que exigían la liberación de ocho presos insurgentes a cambio de los rehenes sudcoreanos.
“No han respondido positivamente a nuestra demanda y nuestras fuerzas, de acuerdo con el plazo establecido, mataron al rehén”, dijo Ahmadi, que advirtió que si el Gobierno no accede a excarcelar a los presos insurgentes “la vida de los otros coreanos estará en peligro”.
El último plazo que los talibanes habían dado al Ejecutivo de Kabul para que accediera a canjear a los rehenes por los prisioneros rebeldes venció ayer a las 11:30 GMT.
Los sudcoreanos, todos ellos voluntarios cristianos evangélicos, fueron capturados el pasado día 19 en la provincia de Ghazni, cuando viajaban desde la ciudad meridional de Kandahar hacia Kabul.
Su secuestro es el mayor de un grupo de extranjeros en Afganistán desde la caída del régimen talibán, en 2001.
Preocupa a la ONU suerte de rehenes
La oficina de la ONU en Afganistán expresó ayer su preocupación por los 22 rehenes sudcoreanos en manos de los talibanes.
“Estamos extremadamente preocupados por la seguridad y el bienestar de todos aquellos rehenes, sobre todo porque muchos de ellos son jóvenes mujeres que han venido a Afganistán a ayudar a la gente”, dijo Nilab Mubarez, viceportavoz de la ONU en Kabul.
“Seguimos controlando la situación muy de cerca y apoyamos plenamente los continuos esfuerzos del Gobierno para asegurar su liberación”, añadió.
USARÁ LA OTAN BOMBAS MÁS PEQUEÑAS
El creciente número de bajas civiles en Afganistán, la antipatía que esas muertes está causando entre la población afgana ante esfuerzo militar aliado contra los talibanes y las críticas públicas y privadas entre los propios aliados que suscita la agresividad desmedida de algunos ataques han forzado al mando aliado a replantearse las estrategias de combate contra los islamistas.
Los aviones lanzarán bombas más pequeñas y los soldados evitarán abrir fuego en situaciones en que haya alto riesgo para los civiles, según las directrices en consideración.
“A pesar de nuestra buenas intenciones, estamos viendo que el pueblo afgano está acumulando un creciente número de fundadas quejas contra la comunidad internacional. Los talibanes se están aprovechando de nuestros errores y utilizan esas quejas para convertirse poco a poco en un movimiento político legítimo en el sur de Afganistán”, declaraba el mes pasado Norine MacDonald, presidenta e investigadora principal sobre el terreno del Consejo de Senlis, un grupo especializado en seguridad y desarrollo.
Entonces, el Consejo de Senlis evaluaba en 245 el número de civiles muertos por la fuerzas de la OTAN en la primera mitad del año en Afganistán, aunque advertía que “esa cifra podría ser mucho mayor porque no hay un recuento fiable de víctimas”. La cifra se ha incrementado desde entonces y con ella la urgencia de hacer algo para evitar mayor dificultades en la complicada lucha contra los talibanes.