Nueva York.- Barack Obama está de plácemes. El pasado fin de semana sacó a Oprah Winfrey, su carta escondida, en Iowa y parece que ello le ayudará a consolidar su ventaja en ese pequeño estado. Sin embargo, Hillary Clinton tiene aún un secreto muy bien guardado, que no es ni su esposo ni su hija, y que podría hacer irrelevante que su rival afroamericano gane Iowa.
En el complicado proceso para elegir a los candidatos presidenciales del Partido Demócrata y del Republicano, hoy todas las miradas están en Iowa, el pequeño estado que sostendrá la primera cita electoral el próximo 3 de enero, pero pocos han mirado a un grupo de súper delegados de cada partido, factor que podría inclinar la balanza a favor de un candidato en el Partido Demócrata.
La política electoral estadounidense es desgastante. Un sistema de elecciones primarias para elegir a cada candidato empieza a celebrarse el 3 de enero y concluye, para los demócratas, el 3 de junio en Dakota del Sur y, para los republicanos ese mismo día, pero en Nuevo México. En esas elecciones primarias hay un sistema mixto, en el que algunos estados sólo permiten la participación en el proceso a los votantes que están afiliados a alguno de los dos partidos, mientras que otros estados abren sus procesos electorales tanto a los votantes afiliados, como a los que no lo están en ninguno de los dos partidos.
Al final de cada proceso, gana la persona que obtiene el mayor número de delegados en cada estado. En el caso de los demócratas, el o la candidata será aquel que consiga por lo menos 2,182 de un total de 4,364 delegados. En el caso de los republicanos, el número a conseguir es de 1,259 de 2,517 delegados.
Los súper delegados son una reminiscencia de la era de la partidocracia en Estados Unidos. Este grupo de votantes de elite está integrado por los gobernadores, los senadores, los representantes, algunos líderes del partido en cuestión y otras autoridades. En el caso del Partido Demócrata el número de súper delegados es de 850, lo cual representa casi el 20% del total de 4364 delegados o un tremendo 38% del total de los 2182 delegados que se necesitan para ganar la candidatura demócrata. En el caso de los republicanos en esta elección de 2008 se acordó un número mucho menor, apenas 150, por lo que éstos no harán mayor diferencia en la elección final del candidato.
Los súper delegados son uno de los últimos controles que mantienen los partidos políticos en la política electoral estadounidense. Su voto no obedece al resultado de cada uno de los estados, sino a la simpatía o a los favores que le deban a los precandidatos presidenciales. En la elección de quién será el o la presidenciable demócrata, los 850 súper delegados tendrán un gran peso. La pregunta al aire es si estos votantes de elite seguirán las reglas de la lógica que los domina y votarán masivamente por la aceitada maquinaria electoral y partidista del matrimonio Clinton (la mayoría de estos votantes le debe sus actuales cargos al dinero y a los votos que los Clinton les consiguieron en los últimos años) o si se rebelarán y votarán por el idealista sueño de Obama (a quien le deben casi nada).
Thomas Ogorzalek, un politólogo de la Universidad de Columbia, me confirmó que difícilmente los súper delegados traicionarían los favores de los Clinton. Por ello, es sólo cuestión de hacer cuentas. Las encuestas le siguen dando una mayor intención de voto a la senadora en los estados que tienen el mayor número de delegados, como California (442) y Nueva York (280).
En resumen, Obama bien podría provocarle un “sustito” a la campaña de Clinton en Iowa y tal vez también en New Hampshire, el 8 de enero, pero al final los años que la senadora ha invertido en hacer favores políticos a sus colegas demócratas podrían convertirse en el arma secreta que la lleve directo a la candidatura presidencial de su partido. Al final, tal vez Obama tenga razón: Hillary está anclada en la partidocracia y en el pasado…
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