El arte impregna al cine
El flujo histórico de imágenes se construyó en paralelo con corrientes manifestadas en artes como la pintura y la literatura. En pantalla, ciertas características han perdurado a pesar de los aires de renovación exigidos por los realizadores. Del expresionismo al neorrealismo, del surrealismo al cine-verdad y toda esa serie de cinematografías con vientos de cambio como el Nuevo Cine Alemán, el Cinema Novo de Brasil, la Vanguardia Estadounidense o el Dogma 95; formas, inquietudes y concepciones diversas a las que debemos el cine de hoy.
Neorrealismo
En la Italia devastada por la Segunda Gran Guerra, los cineastas abandonan los estudios y salen a filmar a las calles historias reales que plasman la cotidianidad de las ilusiones rotas y miserias circundantes. Escenarios exteriores (incluyendo a los derruidos por la guerra), actores no profesionales, héroes ajenos a los estereotipados personajes de otras épocas, forma cercana al documental, temas de profunda dimensión social y la interpelación emocional al espectador. Autores fundamentales son Vittorio de Sica, con El limpiabotas (1946) y Ladrón de bicicletas (1948); y Roberto Rossellini, con Roma, ciudad abierta (1945).
Cinema verité
Se le llama también “cine-verdad” pero se ha difundido con la denominación francesa. Sus características están hermanadas con los documentales rodados con cámara portátil y sonido sincronizado. Carecían de un guión estructurado con anterioridad y las situaciones fluían sin añadir elementos de significación especial. Crónica de un verano: una experiencia de cine verité (1960), del francés Edgard Morin y el canadiense Michel Brault, destacaba la concepción espontánea y fresca de obras preanunciadas en el neorrealismo. Otros ejemplos: Bajo el sol de Roma (1948), de Renato Castellani, y Shadow (1960), de John Cassavetes.
Expresionismo
La película que inaugura el movimiento y el sorprendente séptimo arte alemán es El gabinete del Dr. Caligari (1919). Con su atmósfera de pesadilla, arquitectura retorcida, luces y sombras que acechaban en cada rincón y personajes enigmáticos, la estética se apoyaba en el ambiente convulso de la postguerra. Herencia de la corriente pictórica nacida en 1911 que privilegiaba la expresividad inmediata de las emociones. Las principales herramientas son los decorados y la carga lóbrega de la fotografía para captar aspectos misteriosos del alma humana. Otros títulos: Nosferatu (1922), de F. W. Murnau, o Metrópolis (1926), de Fritz Lang.
Surrealismo
En 1924, el intelectual francés André Bretón publicó el primer Manifiesto surrealista que definió sus características como otorgar al inconsciente el ánimo creador sin lineamientos morales o estéticos. La literatura, pintura y escultura fueron las primeras artes en manifestarlo; al cine llegaría con la dupla Luis Buñuel-Salvador Dalí en El perro andaluz (1929). La atmósfera onírica, la provocación moral, la sexualidad humana y el humor lo perfilan. Se asegura que El perro andaluz es la única 100% surrealista, pero otros filmes con esa línea son La coquille et le clergyman (1928), de G. Dulac, y Rhythmus 21 (1921), de Hans Richter.
Nueva ola francesa
Como una reacción a un cine debilitado por los formulismos en 1954, François Truffaut publicó un artículo con los fundamentos renovadores principales: escenarios exteriores, actuaciones espontáneas, ediciones sobre el mismo plano y personajes dirigiéndose a la audiencia. El objetivo era derruir la estética tradicional. Chabrol hace el debut oficial con El bello Sergio (1958), le siguen Truffaut con Los 400 golpes y Jean-Luc Godard con Sin aliento. Por la técnica austera y los costos reducidos de producción, la tendencia permitió, que 100 nuevos directores estrenaran su primer largometraje.