De unos meses para acá el Banco Mundial (BM) viene dando a conocer una serie de documentos y posturas sobre la situación de la economía, la política y la estructura social de varios países. Algunos de estos trabajos que es menester mencionar son: Reducción de la pobreza y crecimiento: círculos virtuosos y círculos viciosos; La trampa de la desigualdad y su vínculo con el bajo crecimiento en México; y Gobernabilidad democrática en México, más allá de la captura del Estado y la polarización social.
Obviamente los dos últimos referidos exclusivamente a nuestro país. Lo que ha llamado la atención de algunos analistas es el tono muy crítico y, como diríamos, claridoso, que utilizar esta institución para caracterizar la situación.
En apretada síntesis de las conclusiones relevantes de los documentos mencionados, el BM dice que la apertura comercial (el TLC), el proceso de privatización, y otras medidas tendientes a favorecer al mercado por sobre una visión social y equitativa de la economía que se han venido aplicando desde hace más de una década no han dado los resultados positivos que tanto se les viene atribuyendo, sino todo lo contrario: han perjudicado a los consumidores, han agudizado la pobreza, han aumentado la desigualdad social y regional ha convertido al país en el mayor expulsor de gente en el mundo.
En contrapartida se ha concentrado el poder económico y, como consecuencia, el político. Al respecto, es muy claro su señalamiento sobre la relación simbiótica que existe entre los grupos gobernantes y, particularmente, quiénes dominan en el sector de telecomunicaciones y el financiero. Sólo le falto decir que explícitamente que el Fobaproa efectivamente ha sido un fraude a la nación.
Lo que está concluyendo el BM no es sorprendente, ya varios analistas mexicanos y organizaciones que han planteado propuestas alternativas a seguir lo han señalado reiteradamente desde hace años. Lo que hay que destacar que sea este organismo internacional quien lo dice ahora.
Sin embargo, hay que hacer notar que el organismo omite mencionar que la situación caracterizada es resultado de las políticas económicas que por más de dos décadas este organismo ha impuesto, sugerido y promovido en el país, junto con el Fondo Monetario Internacional. De manera que por muy agudos que han sido estos planteamientos, no se puede hablar de un ejercicio de autocrítica.
Por el contrario, el BM sigue teniendo dos versiones, ya que mientras entrega estos documentos sumamente críticos a los analistas y a la sociedad que busca propuestas y soluciones alternativas a este pensamiento único que rige desde hace décadas, al mismo tiempo voltea hacia los grandes corporativos multinacionales y les cierra el ojo, insistiendo en las famosas reformas estructurales llamadas de segunda generación, en donde como eje principal siguen las privatizaciones, por cierto de sectores rentables, como el energético.
¿Qué busca el BM?, ¿quedar bien con todos? Así parece ya que el ambiente actual de frustración y desaliento por los resultados de estas políticas económicas está provocando que el credo de la institución se vea ya desbordado en varios países de América Latina, por lo que está embarcado en una labor estratégica, no está esquizofrénico.
Claro está, reconocer abiertamente que esta mala situación en buena parte es su responsabilidad sería como que el statuo quo se hiciera el hara kiri, algo que no le perdonarían las trasnacionales, particularmente del sector financiero.
Sea como sea, muy a su pesar, lo que está haciendo el BM con estos planteamientos es desnudar el discurso tecnocrático entronizado desde hace tiempo en el país, cabe mencionar que en connivencia con los poderes económicos y una clase política pragmática.
Lo que ya no es sorprendente es que frente a esta realidad adversa el gabinete tecnocrático sigue pasmado, sin saber que hacer, o quizá sin querer, que no sea empeñarse en esta inercia continuista que no lleva a ninguna parte.
En una palabra, la raíz del problema del país está en sus entrañas mismas, existe dn virtud de la enorme desigualdad económica y social, cambiar las cosas para mejorarlas sería acabar son su existencia. Calderón, no puede, y no quiere, hacer nada a este respecto.
Sin duda el los documentos del BM dan para mucho más, y tienen implicaciones para nuestra maltrecha democracia, lo que ameritará otras reflexiones. Hay tareas.
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