…no hay nada malo en el entretenimiento… todos construimos castillos en el aire.
El problema surge cuando tratamos de vivir en ellos.
Divertirse hasta morir, el discurso público en la era del espectáculo.
Neil Postman
Con la permanencia del club de futbol Santos Laguna los últimos que ganan son los aficionados. Si bien dicen que el hubiera es el tiempo verbal de los pen..., si el club hubiera descendido, a la población lagunera se le habría presentado la oportunidad de derruir una venda social de los ojos y tomar conciencia y parte de las problemáticas generales, políticas y económicas que la aquejan.
Los principales beneficiados con la permanencia de la institución deportiva, a mi parecer, son los políticos y los empresarios que mediante el fenómeno de la pasión futbolera tienen un distractor que evita que sus gobernados y empleados puedan protestar contra los abusos que los líderes y directivos comenten, o para siquiera conocer sus condiciones reales de vida y laborales. Supongo que mientras tenga la esperanza de una victoria futbolística, a un trabajador no le importará tanto si sus jefes lo obligaron a quedarse dos horas en la empresa sin goce de sueldo, o si le aumentaron la cerveza, los cigarros, las tortillas, la leche, el agua y los servicios básicos. Mientras pueda ir en cada justa atlética al estadio a colgarse de las acciones en la cancha de la tribu que lo representa, habrá un detonante que justificará, aminorará y le hará aceptar y olvidarse de las inquietudes por su situación individual y colectiva.
De haber descendido el Santos, el escenario social podría haber sufrido una transformación radical o se habría encontrado otra manera de entretenimiento, aunque de menor peso y por lo tanto, trascendencia. ¿Qué les quedaría a los integrantes de la afición, seguir al equipo en segunda división? ¿Y los dividendos por venta de cerveza, publicidad, programas deportivos, mercadotecnia, entre otros, dónde quedarían? ¿Se habría dado un brote de violencia debido al descenso? ¿Qué sería La Laguna sin el Santos? Las respuestas no las sabremos, lo que sí, es que se celebró la permanencia con una efusividad mayor que la que se pondría si se ganara un campeonato.
Es notable cómo lo que se aclamaba la tarde del domingo era la mediocridad y la pobreza de la afición. A pesar del gol anotado y la ligera mejoría en la actuación del equipo durante los últimos partidos, es innegable que el director técnico durante toda la temporada mostró una falta de capacidad para dirigir la agrupación. No importó que el club tuviera el penúltimo lugar en la tabla general, o que ni siquiera la permanencia en primera división no dependiera del juego consumado en el Estadio Corona. La celebración de la mediocridad se realizó con una similitud de campeonato obtenido.
No por nada, volviendo a los intereses políticos, las primeras personas que visitaron los vestidores tras la victoria fueron los gobernadores y presidentes municipales de la Comarca y el Estado de Durango.
Lamento mucho que una unión como la fomentada por diversas empresas patrocinadoras del club Santos Laguna no se estimule en lo que respecta a los verdaderos problemas de la población. Pero los intereses y los objetivos implicados son otros. Uno puede reconocer que el corazón que sigue latiendo, en su función subliminal, son dos pechos femeninos y que la flama forma la cintura, y que tanta publicidad, a pesar de las empresas, no definiría el resultado.
No estoy contra el futbol ni contra el club. Es sólo que todo fanatismo me parece despreciable, y más cuando la permanencia del Santos ocupó mayor espacio que los desastres naturales ocurridos en Piedras Negras, las detonaciones de explosivos en Gómez Palacio y otros sucesos de verdadera repercusión.
Considero la práctica del deporte muy loable y hasta a algunas de sus jugadas cargadas de poesía, pero cuando se le pervierte en aras del mercado y el control social, el juego pierde toda función recreativa y se vuelve un mecanismo adormecedor, un castillo habitado en el aire, un opio virulento y eficaz. He allí la pobreza de la afición.
Desde esta columna una felicitación al club y a la fanaticada por la permanencia del equipo, pero sobre ello, un grandioso y sonoro enhorabuena para el control y el amodorramiento social que beneficiará a muchos de nuestros políticos y empresarios quienes seguirán abusando de la población mientras ésta se distrae, sufre y goza por un deporte que sigue y sigue y sigue distrayendo de lo relevante, como conejo de pilas, engendrando oleadas de miseria y conformismo.
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