¿Cómo describir la música, qué palabras emplear para reseñar el arte de fruto más directo? La música se recibe con gusto o con rechazo, no hay distinción ni análisis que pueda otorgarnos un reflejo sobre la experiencia instantánea de escuchar buenas melodías. Apenas la metáfora puede acercarse a los contenidos y los sentimientos que suscita en el oyente. Tesituras, ritmos, sensaciones son descritos tratando de acercarse a la estética confeccionada por lo sonoro. La música llamada clásica merece un reposicionamiento en el gusto del público tan acostumbrado a lo pasajero y a la repetición, debe dejar su estatus de intelectualidad y volver a ser una opción más entre las miles que opaca el mercado en el que predominan la ganancia, el espectáculo, la mediocridad y la farándula sobre la calidad.
Tengo el placer de recomendarle un CD que lleva los sellos de la Dirección de Cultura de Torreón, El Teatro Isauro Martínez y la Universidad Autónoma de Coahuila, su nombre: Sonatas. Un compacto de Búho Records producido por Natalia Riazanova en el que ella, a cargo del violín y en mancuerna con la pianista Uliana Akatova -quien realizó la edición del disco- ejecutan sonatas y piezas de los compositores César Franck, Joaquín Turina, Isaac Albéniz y Rodino Shchedrin. Grabadas en el Teatro Isauro Martínez de la cuidad de Torreón en octubre de 2006, las interpretaciones, sobra decirlo, son hermosas y de una pulcritud deliciosa. A veces los calificativos se quedan sobrios cuando se trata de una experiencia auditiva como la que le comento. Considero al violín un instrumento que debe ser tomado para volverlo un apéndice del organismo y esparcir con él las entrañas; un arma pasional en la que el desbocamiento y las sensaciones de lo que se interpreta sólo pueden ser reflejadas mediante una gran sensibilidad, honestidad y concentración. Pocos son los violinistas que alcanzan la gravedad, la dulzura, la melancolía, la felicidad, el jugueteo, las sensaciones íntimas de lo sanguíneo. La técnica puede enseñarles el método, pero el talento es algo que no se aprende ni se aprehende. Respeto a la violinista Riazanova porque además de escucharla estallar a través de su instrumento y dirigiendo ocasionalmente la Camerata de Coahuila, ha conocido el fracaso. Recuerdo una función en el Teatro Isauro Martínez hace unos años, en el que la navegante de las cuerdas parió chayotes con las cuatro estaciones de Vivaldi. Ramón Shade le exigía la repetición de los fragmentos en los que el vigor no fue suficiente y ella se enfrentó al reto y en esa noche fue derrotada. Después vendría la reivindicación tras algunas temporadas y el justo honor al solo de la primavera. Ahora suena excelsa en compañía de la bella Uliana Akatova. La pareja rebosa en intensidades sensibles, sensuales. La calma y la pasividad nos llevan por campos donde la tranquilidad y la pasión se hermanan a la celebración y el júbilo en un viaje en el que podemos ensoñarnos despaciosamente dejándonos llevar desde lo sereno hasta la precipitación aguda. El piano suena magistral y lleva el toque justo para no sobrepasar a su acompañante, ambas intérpretes tienen conciencia de una proporción, cooperan y construyen, no luchan. Las manos de Akatova parecieran arácnidos tejiendo la eternidad desde donde se atrapa un alimento espiritual. La dulzura, la melancolía, la fiereza, la intensidad, la maestría recorren el teclado y atrapan al escucha en un subeybaja emocional que inquieta, eriza, erige, la piel y los sentidos. Las partituras se inundan con la emoción exacta. Un banquete espléndido para el alma y el oído. Las sonatas, el tango, la suite española en este CD merecen la gratitud de nuestra audición. Las ejecutantes demuestran el porqué llevan la batuta instructora en la Academia Tchaikovsky A.C. Lo extraño es que tal institución no haya dado hasta ahora un violinista de calidad, o al menos así me lo pareció al escuchar el recital que presentaron sus alumnos el pasado mes de diciembre en el Teatro de Cámara de la UAC. La academia está formando muy buenos pianistas, guitarristas y percusionistas, pero las cuerdas aún no encuentran un elemento que las envuelva en sensaciones íntegras y que tenga la sensibilidad, la sangre y la carnalidad suficientes para conmover, ya no se diga para al menos sonar bien. Lejos de estas cuestiones, la producción del fonograma es un grato encuentro y una opción que se paladea cada vez que se aprieta el play y detonan las galaxias sonoras del dueto de Natalia Riazanova y Uliana Akatova. El CD será presentado próximamente, permanezca a la escucha. Felicidades y Enhorabuena.
Sonatas.
Uliana Akatova, Natalia Riazanova.
Búho Records- 52:30 minutos.
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