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El Buen Caldo / UN AÑO DE GOBIERNO ESPURIO

Daniel Maldonado

¿No le parece extraño, caro lector, que este año sí se le dieran cobertura tanto Televisa como TV Azteca a los eventos realizados en el Zócalo capitalino con motivo del primer aniversario del triunfo del llamado “gobierno legítimo” a diferencia del silencio aplicado a López Obrador en su toma de poder, a la Convención Nacional Democrática y la censura al programa La Verdad Sea Dicha que no se retransmitió durante varios meses por la señal Azteca a lo largo del país y que es relegado actualmente a la madrugada en el horario televisivo? Claro que la cobertura del aniversario en la capital fue para asentarle tintes de rechazo, para demeritar a los ciudadanos que conforman el movimiento de protesta y para remarcar los problemas internos de la izquierda mexicana, incluso Denisse Mercachifle, perdón, Maerker, dedicó su programa de los martes en la noche en Televisa para seguir tirándole heces a todo lo que suene a apoyo al pueblo y a los más necesitados.

Recuerdo que hace un año fuimos víctimas de otro fraude electoral basado en campañas de miedo y descalificación que instituyeron un estilo sucio de hacer propaganda y que ahora es la norma en tiempos de votación. Una elección más que preserva los privilegios para las clases altas y las desigualdades en el ingreso, aplicación de justicia y distribución de la riqueza. Lo que me asombra es que aún haya personas, muchas de ellas con espacios periodísticos en los medios, líderes de opinión cultos, educados en las mejores universidades y con maestrías y postgrados (con tufillo a derecha), que dudan y niegan la existencia del fraude electoral de 2006 a pesar de las innumerables publicaciones e información que lo constatan.

Si desea conocer información al respecto, puede consultar en Internet las páginas independientes, las de Youtube, La Jornada o la gran bibliografía que confirma el fraude. Uno de mis favoritos, de gran amenidad, es el libro Votas y Te Vas de Rius, que sólo cuesta 50 pesillos y que siempre recomiendo.

A un año del fraude electoral marca Hildebrando (la empresa propiedad del cuñado de Calderón a la que se le encargó el software del conteo de resultados) lo primero que nos tocó padecer fue el aumento en la tortilla, un agradecimiento por votar a favor de la continuidad ultraconservadora de monopolios y poderes fácticos. El esperado aumento en el salario mínimo llegó como siempre tasado en el insulto y la insuficiencia; no así los aumentos en los precios de la canasta básica, productos, bienes y servicios que cada dos, tres o cuatro meses siguen mermando la economía de las clases media y baja con los riscazos que deja su escalda. La ausencia de una figura máxima en el poder fue disminuida por la represión violenta de los movimientos sociales de Atenco y Oaxaca y conocimos a “Felipe el recluta” calzando ropa casual-militar que, como la presidencia, le quedó demasiado grande.

Lo demás usted y yo lo hemos padecido en el primer año de gobierno: disminución en el poder adquisitivo; aumento de la violencia, inseguridad y consumo de drogas; ley del ISSSTE; amenaza de privatizaciones; Ley Televisa (a la que en algunos rubros le dieron pa´tras papá); el anuncio de la puesta en escena llamada Reforma del Estado, con su primera llamada en la reformita fiscal apapacha-potentados; la validación del gobierno cacique de Ulises Ruin, quien se fotografía en cada oportunidad al lado del espurito pelón de lentes; los operativos militares con sus retenes mata civiles; la abolición de los derechos humanos en el caso Ernestina Ascensión, que garantiza la ineficacia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; la decadencia en los sistemas legal y educativo; la permanencia de un aparato burocrático ineficiente del tamaño de un cachalote; la desconfianza en las instituciones y las glorias de la indiferencia de un pueblo mexicano anestesiado por placeres pedestres al que sólo se le toma en cuenta para el circo electoral aunado a la incertidumbre ante un futuro oscuro e insondable manifiesto en la apatía de la juventud nacional. Como puede ver nada nuevo para la bandera.

¿Y qué nos resta para el sexenio? Lo mejor es informarnos, atender la realidad más allá de lo que mencionan los televisores, seguir en el deber de no claudicar, apoyar los movimientos civiles y sociales, exigir nuevos mecanismos de participación ciudadana y fomentar, en la medida de nuestras posibilidades, un cambio de conciencia y cultura social que recupere la preocupación del hombre por sus semejantes, un interés en el conocimiento y el fomento de la duda, nuevos modelos educativos para que el civismo y la educación repercutan en las nuevas generaciones, porque por desgracia, el grueso de la juventud y la población carece de conocimientos y cultura, lo que lo transforma en carne de cañón de la historia y en un rebaño que se manipula con facilidad y que se tiene atenazado con el abuso y la impunidad.

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