I.- Roberto sale de su casa por la mañana y se topa con que ha lloviznado toda la noche, él vive en la colonia X, una de las tantas que se inundan con los chubascos y lluvias voraces que caen durante la temporada de lluvia. Los vecinos le comentan que tendrá que ponerse bolsas en los zapatos y cubrirse con una bolsa para basura a modo de impermeable; brincar en los pocos pedazos de la acera libre de agua, aguardar el autobús bajo el chispeo. Algunos de sus vecinos le comentan que el agua se metió a sus casas y que pasaron toda la noche sacándola con resultados inútiles; una tradición que año con año repiten. Roberto espera el camión que lo llevará a su trabajo y que antes de llegar a donde Beto lo aguarda, va dejando un oleaje que salpica no sólo a los niños que caminan por las calles con temor de caer en una alcantarilla abierta, sino también a cualquiera que se interpone en el camino de la sucia marejada. Roberto toma su camión y en el recorrido observa el varadero de automóviles en distintas calles y avenidas de la ciudad. Se baja en el bulevar Independencia y recuerda cuando se prometió que permanecería libre de inundaciones tras su ampliación. Roberto quisiera “hacerle al Moisés” y abrir las aguas que inundan el bulevar, de repente un rayo cae y él se fija que asesto su golpe eléctrico en un espectacular en el que el alcalde sonríe con la perpetuidad del fotoshop y en el que se anuncia la reparación de colectores y la construcción de un sistema que ayude a algunas colonias a evitar las inundaciones, sistema que, dijeron en la televisión, estará listo hasta que hayan pasado las lluvias y las inundaciones. Mientras Roberto se queda en una dispersión mental viendo lo irreal y la altura del espectacular, una camioneta pasa y lo empapa. Así como el agua sólo toca a quien transita por las calles, así la realidad de las alturas del Gobierno no coincide con el suelo de las necesidades primordiales. Roberto no sabe si se mojará los zapatos el alcalde, cuando menos.
II.- Josué apenas sabe del Centenario lo que la televisión le ha dicho. Una que otra vez durante el zapping se ha topado con el programa Torreón Ciudad Centenaria, ha visto uno que otro segmento pero le atraen más las películas de Pedro Infante que pasan a la misma hora en el canal de las estrellas. No se enteró que se realizó un gasto gigantesco (e inútil) en una estatua de su ídolo, ni que se le rindió homenaje con un festival demasiado pueblerino en el Parque Fundadores al que sólo ha ido una vez. Josué no tiene dinero para asistir al Teatro Nazas, ni le interesa conocerlo. Sabe que en algunos lugares -la televisión se lo ha dicho- se celebran desfiles de modas, presentaciones de artistas internacionales, espectáculos a los que su presupuesto jamás le permitirá asistir y a los que sólo acuden personas de la alta sociedad. Sabe que la ciudad cumple cien años, pero desconoce en qué mes lo hará y ni le incumbe. Josué es uno de los tantos pobladores de Torreón a los que el Centenario ni les viene ni les va y que no serán incluidos en los festejos. Tampoco se enteró que se dieron a conocer malos manejos en la distribución de los recursos para la celebración de los cien años de Torreón, y desconoce que hubo corruptelas y beneficios para particulares con el dinero público que a él y a los ciudadanos les quitan en los impuestos. Josué sólo espera que el Santos Laguna ahora sí tenga una buena temporada.
III.- Lili estudia en la universidad pública, pero podría ser estudiante de alguna universidad privada. Su mayor meta es nunca ser pobre y conducir un espacio en alguna barra juvenil de televisión. A ella no le interesa la política ni la realidad social. Su mayor pasatiempo es irse de miércoles a sábado a visitar los antros en los que baila la misma música que escucha a diario repetida hasta la fatiga en las estaciones radiofónicas y que a pesar de odiarla está acostumbrada a corearla –a excepción de los jueves de banda, donde lo que se repite es la música norteña-, y se extasía cada vez que visita el mall para ver aparadores, dado que su situación económica sólo le permite comprarse una que otra chuchería a crédito. A Lili no le importa si sube el pan, la leche, la gasolina, la luz o las tortillas, o si cuando salga de la “uni” tendrá que luchar con fiereza por un trabajo, alojarse en el rincón del desempleo o el comercio informal. Ella vive el aquí y el ahora, su paraíso artificial de combebencia cada fin de semana. Desde que recuerda, su mayor educación la ha recibido de la televisión y ahora evita a toda costa dejar de ser, ella lo dice con un acento engolado, “fashion” y perder “el glamour”. Lili visitó Espacio Televisa y quedó convencida de que, cuando salga, al menos llegará a ser tan famosa como Adela Micha, a quien considera una gran informadora y líder de opinión. Lili ha sostenido discusiones con sus compañeros sobre la credibilidad del trabajo del conductor Facundo y antes de que terminara el programa Otro Rollo no dejaba de incorporar las frases y los gestos que el idiotizante Adal Ramones le enseñaba. Ella se considera un ejemplo inequívoco de la juventud actual. Casi todos sus compañeros actúan y “piensan” del mismo modo.
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