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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Luego de su vertiginosa gira por Europa (hubo días en que estuvo en tres países distintos), el presidente Felipe Calderón regresa a la triste realidad de la nación que trata de conducir. La pregunta obligada es qué se obtuvo en concreto de ese viaje.

Calderón hizo todo lo posible por presentar a México como un país tranquilo, confiable, en donde realizar inversiones es cuestión de coser y cantar. Qué tanto le creyeron, cuántos miles de millones de dólares nos van a caer por ese cabildeo, todavía está por verse. En todo caso, Calderón dejó muy claro por allá que es un personaje muy diferente a su antecesor. Proyectó una imagen mucho más seria, de estadista en proceso de fogueo más que de turista despistado. Nada más con eso, ya salimos de gane.

Asimismo, en su reunión con los mandatarios de las otras cuatro economías emergentes más importantes (China, India, Brasil y Sudáfrica), Calderón demostró firmeza y control. Los que todavía recordamos lo que nos costaron (en dinero e imagen pública) los devaneos de Luis Echeverría por convertirse en líder del Tercer Mundo no podemos sino agradecerle a Calderón la seriedad con que tomó su papel en ese grupo.

Pero, irónicamente, quizá haya sido en el frente interno donde haya obtenido Calderón los mejores dividendos.

Y es que a la gira se llevó a los líderes de los principales partidos políticos mexicanos. Y aunque éstos no figuraron mucho a la hora de las fotografías, lo cierto es que Calderón se dio bastante tiempo y espacio para hablar con ellos. Buena estrategia: los tengo a la mano, no se me pueden desbalagar, y converso con ellos un ratito un día, otro ratito al otro día. Con ello el presidente fue creando puentes, lazos, conexiones, que le pueden redituar muchísimo.

Y es que buena parte de las promesas y escenarios que presentó Calderón en Europa serán imposibles de llevar a cabo si no se logra un entendimiento mínimo con la Oposición, sin cuyo concurso cualquier reforma está condenada al fracaso. Y sin las reformas estructurales que el país exige a gritos, podemos olvidarnos de cualquier crecimiento económico significativo.

De nuevo, esta actitud distingue notablemente a Calderón de su antecesor. Fox siguió una política de confrontación que paralizó a su Gobierno y lo condenó a la mediocridad y a tener pegado el freno de mano. El presidente sabe lo caro que le salió al país ese ánimo contencioso. Y por eso en Europa se puso a hacerles piojito a los líderes de los otros partidos. Al parecer, se lograron importantes consensos, cuyos resultados percibiremos en las próximas semanas.

Vista la gira desde todas esas perspectivas, podemos concluir que fue todo un éxito. Algo que, seamos sinceros, no ha ocurrido muy frecuentemente que digamos en los últimos años.

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