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El comentario de hoy

Francisco Amparán

Bien sabemos que hay edificios en ruinas que tienen una rara belleza y son considerados como auténticos tesoros, aunque les falten pedazotes y pedacitos. Si viéramos completos al Partenón o al Coliseo, se nos harían extraños, tan acostumbrados estamos a su deteriorada condición. Y si los pintáramos con sus colores originales (porque sí, estaban pintados) muchos considerarían el hecho un auténtico sacrilegio de cholos grafiteros. Las ruinas son sagradas... en muchos casos, por el hecho de ser ruinas.

Pero que un edificio que aún no está terminado sea mundialmente conocido y considerado una obra de arte además, es un caso extraordinario. Y eso es lo que le ocurre al Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona. Lleva casi un siglo en construcción, no se sabe cuánto tiempo más tardará en terminarse y sin embargo, es una de las principales atracciones turísticas no sólo de la Ciudad Condal, sino de toda España... que es el segundo país más visitado del mundo.

La Sagrada Familia, como es conocido por todo el mundo el incompleto edificio, es fruto de la imaginación prodigiosa de Antonio Gaudí, quien dejara planos y bosquejos para que su obra se completara según su proyecto. Ello no ha obstado para que cada nueva etapa de construcción esté llena de polémicas, dado que no falta quien quiera enmendarle la plana al mago catalán. Además de que algunos planos y maquetas fueron destruidos durante la Guerra Civil.

De cualquier forma, la Sagrada Familia es un ícono barcelonés tanto como las Ramblas o la Pedrera (otra obra de Gaudí). Y como lo más probable es que no la veamos completa en nuestras vidas (hablo de los que no vamos a vivir otro medio siglo), ya damos por sentado que así, sin completar, está hermosa.

El problema es que ha surgido una amenaza que podría dar al traste con tantos esfuerzos. Y es que el Gobierno Municipal barcelonés ha decidido que un túnel subterráneo de ferrocarril pase a unos metros de la inmensa mole en construcción. Ni tardos ni perezosos, geólogos arquitectos, ingenieros y otros amantes de la obra de Gaudí pusieron el grito en el cielo, aduciendo que de seguir adelante con esos planes, se pone en peligro la estabilidad de lo ya construido.

El Gobierno dice que ha buscado otras opciones y el único trazo viable para un tren rápido que una Madrid con Barcelona tiene que pasar por el vecindario de la Sagrada Familia. Y que el túnel estará lo suficientemente profundo como para que no afecte tan amado edificio.

Como buen pleito de catalanes, éste va para largo y van a salir chispas. Y no es sino una especie de modelo a escala de otros muchos conflictos entre tradición y modernidad, trabajo pausado y celeridad, lo bello por terminar y lo feo pero eficaz. Quién sabe quién tenga la razón. En todo caso, ¿quién quiere llegar rápido de Madrid a Barcelona o viceversa? Mi opinión: ¡Dejen a la Sagrada Familia en paz! Si estando las cosas tranquilas, sabe Dios cuándo la vayan a inaugurar...

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