A lo mejor me gano el apellido de Contreras. Y no faltará quien diga que cuando no hacen, me quejo de que no hacen; y cuando hacen, me quejo de que hacen. Pero me siento obligado a externar mis objeciones a la manera en que se gastan nuestros impuestos, así sea con las mejores intenciones. Aunque viniendo el gasto del Gobierno (de cualquier nivel), lo de las mejores intenciones queda en duda y en todo caso suelen servir de asfalto para el camino del infierno.
El par vial Tecnológico-Gómez Morín tardó una eternidad en concluirse y de hecho hay tramos que aún no podemos considerar terminados. Pero en fin, ya puede uno circular por esas dos avenidas, que quedaron anchotas-anchotas, sin temor a caerse en una zanja ni topar de manos (o volante) a boca con un montículo de tierra. Se pusieron nuevos semáforos, sustituyendo a los previos y en los cruceros que se supone ahora los necesitarán... aunque no entiendo por qué esos aparatos son muchos más pequeños que los anteriores y están situados en las alturas, muy lejos del campo visual normal de un automovilista. Si uno ignora que están allí, de noche pueden ser confundidos con un OVNI o una siniestra aparición de la Santa Muerte. Pero en fin, pusieron semáforos.
La cuestión es que en los cruceros de Gómez Morín con Cádiz y Gómez Morín con Turín, además de los semáforos para automóviles, fueron instalados otros para peatones y de última generación. Éstos le indican a la raza de infantería no sólo si puede o no cruzar, sino que tienen un cronómetro luminoso que indica con cuántos segundos cuentan para ir de una acera a la otra. Cuando el tiempo se está acabando, el indicador se pone a parpadear neuróticamente, como diciéndole al transeúnte “¡Píquele, píquele, que ya va a ponerse el verde!” Sólo faltó que tuvieran sonido para los ciegos, como los que suelen encontrarse en el centro urbano de las grandes ciudades. Cuando un servidor vivía en Calgary, Canadá, era una de las cosas que me sulfuraban: oír los chillidos de los semáforos peatonales cuchileando a los invidentes. No, jamás vi un ciego cruzar esas calles usando el pitido como faro.
Ustedes me dirán que está muy bien que el R. Ayuntamiento haya puesto esos modernos adminículos en su última obra pública. Pues sí... el problema es que por esos cruceros, irónicamente, no cruza nadie. Especialmente por el de la calle Cádiz no hay tránsito peatonal ni aunque instalen tianguis de películas piratas. Lo que no me explico es por qué esas chimistretas no fueron colocadas en Paseo del Tecnológico y Paseo de la Soledad, donde pasa gente que es un contento. O en el cruce de Turín con Tecnológico, donde hay que jugarse la vida para cruzar por las gorditas.
Este eterno quejoso se pregunta si alguien se tomó la molestia de ir a ver cómo se mueve la gente por mi barrio. Y evitar el desperdicio de gastar en controlar el flujo de una multitud de peatones... inexistentes.